Ser buen orador es muy exigente. Cicerón dijo que «al orador se le pide la agudeza de los dialécticos, las sentencias de los filósofos, el estilo de los poetas, la memoria de los jurisconsultos, la voz de los trágicos y el gesto de los mejores actores».
Antoni Puigverd señala a Alejandro Fernández, como «boca de oro de la política catalana» y contrapone su pensamiento crítico y agilidad mental, a la simplicidad tópica de García Albiol, lento en encontrar la palabra, para acabar escogiendo la menos adecuada.
Estoy muy de acuerdo. Para mí, en los debates del Procés, han sobresalido Artur Mas, Iceta y Coscubiela, aparte de Fernández, irónico y contundente. En el cara a cara entre Marta Rovira e Inés Arrimadas, ganó esta última por rapidez de reflejos y elección de palabras.