Otra batalla literaria en el Ebro aquel: Pérez Reverte molestará a casi todos los bandos

21 octubre 2020 08:20 | Actualizado a 21 octubre 2020 08:28
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El escritor y académico Arturo Pérez Reverte recrea la batalla del Ebro en su última novela, Línea de fuego. Gusten o no sus setecientas páginas realistas, documentadas y detallistas, y algunos personajes de ambos bandos, hay que agradecer al autor que no cite los nombres reales de los pueblos donde tuvo lugar la mayor matanza de la Guerra Civil. La nueva aportación literaria de uno de los mejores novelistas españoles contemporáneos tiene un mérito. Es el de no empeorar la moda de convertir aquella tierra y su trágica historia en un parque temático y en un negocio turístico plagado de falsedades y manipulaciones sabidas, pero consentidas e incluso subvencionadas con dinero público.

El pasado mes de septiembre, Francia vivió y vivirá hasta 2024 un serio debate sobre la conmemoración del desembarco aliado en Normandía, conocido como el Día D. Un proyecto para montar un parque temático como Disneylandia y con recreaciones de la matanza a cargo de actores ha provocado la inmediata protesta de asociaciones locales, historiadores, veteranos supervivientes de aquella carnicería y de sus familiares. Sostienen los afectados por la hecatombe que con los cementerios de los muertos en combate, los monumentos, algunos museos y un Memorial en Caen hay suficiente. Y no están dispuestos a permitir que se promuevan espectáculos comerciales y mercantiles en unos lugares que aman y respetan como si fuesen sagrados. Argumentan razones históricas y éticas. Recuerdan, otra vez, que el mensaje de todos los muertos de entonces es no hacer revivir jamás aquellos acontecimientos.

Partidarios de la paz por encima de todo, prefieren respetar el silencio que envuelve los cementerios militares de su territorio. Porque desean mantener el recogimiento y la evocación que inspiran los camposantos sembrados de cruces que hay en sus poblaciones. Leer en muchas de esas cruces los nombres y las edades de miles de jóvenes allí sepultados es más aleccionador y emocionante que cualquier representación más o menos teatral o que cualquier excursión por trincheras, fortificaciones o restos de ruinas. Además, si algunas de ellas son falsas, como las que hay en algunos lugares de la batalla del Ebro, la cosa degenera en un circo que insulta a vivos y muertos.

El minucioso recorrido que traza Pérez Reverte en su relato no permite convertir la batalla del Ebro en una ruta para sacar los cuartos al turismo incauto y de buena fe que se traga mentiras mientras les riegan con los más que excelentes vinos de aquella tierra quemada por un conflicto aún no olvidado y del que aún quedan rescoldos y brasas en su inconsciente colectivo. Por ello, entre las cosas más interesantes de su libro, destacan los sentimientos, frases y reflexiones de los personajes y de su autor. Disgustarán a mucha gente. «Sería muy triste que esta novela no suscitase malestar en quienes utilizan la Guerra Civil como arma ideológica irresponsablemente. Si a esas personas les molesta mi novela me harán extremadamente feliz». Por otra razón, se enfadará mucho personal local que vive del cuento. Como el estudiante que encontró dos esqueletos en un hoyo, hizo un librito libelo subvencionado, y su mamá concejala, lo colocó como historiador en su ayuntamiento. O los que cada año reciben un dineral público para restaurar el campanario de una iglesia supuestamente bombardeada que nunca se acaba, ya que se les acabaría su negocio.

«Por eso, cuando oigo hablar ahora a políticos de todo signo de la Guerra Civil con una alegría, con una irresponsabilidad, con un desconocimiento tan extremo de lo que fue realmente el drama humano, no el político, que ese ya lo sabemos, me digo: ¿Cómo se atreven?», cuenta el viejo reportero de tantas guerras que sabe de lo que va el género humano. De ahí que su novela, aunque se argumente que es ficción, inquiete ahora a unos que quieren derribar un monumento en Tortosa y a otros que atentan contra un memorial en el lugar de los hechos. Porque todo aquello comenzó con parecidos odios y confrontaciones actuales y acabó del peor modo para todos. Como Cervantes y don Quijote, Pérez Reverte ha hecho muy bien en no citar aquellos lugares del Ebro, de cuyos nombres no quiere acordarse.

Joaquim Roglan: Periodista. Con raíces familiares en la Terra Alta, Joaquim Roglan fue corresponsal en Ràdio Reus y cofundador de Informes-Ebre. Profesor universitario, ha trabajado en los principales medios de comunicación de Catalunya y ha escrito veinte libros. Vive retirado en L’Empordanet.

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