París, capital del mundo

Francia como modelo. Si consigue la reelección el próximo mes de abril, el presidente de Francia, Emmanuel Macron, será el líder más importante de Europa

02 septiembre 2021 18:40 | Actualizado a 03 septiembre 2021 05:48
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Durante décadas, Francia ha sido el anticristo de la ortodoxia liberal. Despreciando cualquier tipo de alianza que no tuviera a París por centro del universo (ya fuese transatlántica o de cualquier otro tipo), centralista, jacobina y estatalista, en algunos momentos ha aparecido como la aldea de los libros de Astérix; la obstinada resistencia gala contra el fin de la historia.

Pero tras el bochornoso espectáculo americano en Afganistán al que hemos asistido estos últimos días, la prepotencia liberal anglosajona sangra por todas sus costuras y una capital parece menos conmocionada que otras: París. Francia ya había comenzado a evacuar a los afganos que habían trabajado para sus fuerzas en mayo, y había retirado sus últimas tropas de combate en 2012. Macron lleva mucho tiempo propugnando la «autonomía estratégica», una seria capacidad europea para actuar en el mundo sin depender de EEUU; en 2019 llegó a calificar a la OTAN de «descerebrada» y el lío de Afganistán está dando un nuevo impulso a esas ideas en las capitales europeas, donde antes provocaban burlas.

Por ahora Europa sigue estando demasiado cómoda bajo el paraguas de seguridad de Estados Unidos como para buscar un reemplazo autónomo significativo. Pero eso no impide que se produzca un cambio gradual. La UE tiende a evolucionar al calor de las crisis. Y en esta crisis la temperatura está por las nubes.

La política exterior no es el único tema donde Francia puede ser modelo. El amor de Francia por la energía nuclear le ha proporcionado uno de los niveles más bajos de emisiones de carbono per cápita de todas las economías ricas; otros países, como Polonia, quieren seguir su ejemplo. La política industrial francesa, que en su día estuvo muy pasada de moda, se está imponiendo en otros lugares, ya que incluso los gobiernos anglosajones reconocen el valor de un Estado estratégico en una época de pandemias, crisis climáticas y competencia geopolítica. Vuelven los grandes proyectos de infraestructuras: el Reino Unido y Estados Unidos se embarcan en sus primeras redes ferroviarias de alta velocidad, mientras Francia celebra los 40 años del TGV. La semana de 35 horas de Francia parece menos extravagante en una época en la que muchos exploran la semana laboral de cuatro días (Francia tiene ahora un PIB per cápita más alto que el Reino Unido y su productividad por hora trabajada es aproximadamente un tercio mayor). Francia también envejece más lentamente que algunos de sus vecinos gracias a las generosas políticas de maternidad y cuidado de niños que han mantenido la tasa de natalidad entre las más altas de Europa. El Brexit le ha llevado a superar a Gran Bretaña como primer destino de la inversión extranjera en Europa; la próxima canciller de Alemania será más débil y más pro-francesa que Angela Merkel; y el italiano Mario Draghi es un aliado natural de Macron. Si consigue la reelección el próximo mes de abril, el presidente de Francia será el líder más importante de Europa.

Esto no quiere decir que Francia no tenga sus problemas. En casa, persisten profundas divisiones: entre los suburbios deprimidos y los centros urbanos encantados de conocerse a sí mismos hay un abismo como la fosa de las Marianas, el otoño siempre es propenso a la quema de contenedores y el yihadismo radical es un factor de seguridad absoluto. Las diferencias entre la cultura del laicismo y los ciudadanos musulmanes cada vez más radicalizados y excluidos de las bonanzas de la Republique son un polvorín.

Pero a medida que las viejas ortodoxias liberales se cuestionan y se reescriben, también lo hacen algunos de los estereotipos franceses sobre un dirigismo que antes se consideraba anticuado, una esclerosis que antes se consideraba endémica y un espíritu independiente en materia de política exterior que antes se tachaba de chulería chovinista. París vuelve a ser una capital que tiene un peso superior al resto. Y, por si les faltaba alguna cosa, se nos llevaron a Lionel Messi. Pero prefiero no mentar la soga en casa del ahorcado.

 

Periodista. Nacida en Tarragona, Natàlia Rodríguez empezó a ejercer en el Diari. Trabajó en la Comisión Europea y colabora en diversos medios. Vive entre París y Barcelona.

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