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El fortín de Madrid, castillo famoso, tiene almenas que ya no sabe si son suyas

19 mayo 2017 22:37 | Actualizado a 22 mayo 2017 17:56
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Somos un gran casino donde los únicos que tienen un empleo fijo son los conserjes. Ni siquiera los de Ciudadanos, que han patentado una marea blanca que sin engañar a nadie seduce a todos, pueden cantar victoria porque están roncos de tanto atender a quienes les llaman. Son gentes bien educadas y prefieren abrir la caja a despachar a algunos solicitantes con cajas destempladas. Reciben a todos los que desean participar en la timba con la mejor de sus sonrisas, ya que son fieles al lema, tan poco español, de «suma y vencerás», pero no saben todavía quienes serán derrotados. Sólo saben que ganando se aprende.

El fortín de Madrid, castillo famoso, tiene almenas que ya no sabe si son suyas. Lucía Figar y Salvador Victoria han tenido que dimitir después de ser implicados en ‘Púnica’ y Rivera augura más imputaciones, ya que la lista la hizo Aguirre y en su opinión con eso está dicho todo. Lo que de verdad empieza ahora son las discusiones sobre el derecho de admisión. Si los partidos emergentes no quieren sumergirse de nuevo tienen que vigilar la entrada, para que no se cuelen los que viajando en el pescante acaben siempre subiéndose al carro del vencedor, que ya está repleto.

Lo que uno se pregunta es si de verdad estas cuitas políticas, aunque sean trascendentales, le interesan a mucha gente. Miro desde mi terraza a personas, momentáneamente felices, que se bañan en el mar, y no puedo saber cuántos conocen a Manuela Carmena, ni tienen noticia de su admirable batalla contra los desahucios injustos. Quizás seamos muy egoístas todos, ya que serlo es un refugio donde cabe poca gente, apenas pocos más que en una cabina telefónica. Mi preocupación es felicitar a Carlos Herrera por haber ingresado en la cofradía de los Cavia. «Amigos. Nadie Más. El resto es selva», dijo Jorge Guillén, que nunca habló de partidario?s, ni de cómplices, y que nos veía reunidos por un amor que ni jura ni promete, todos en el aire nuestro. Aunque sea irrespirable.

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