Pensar que todo el mundo es tonto

12 agosto 2020 08:10 | Actualizado a 12 agosto 2020 08:23
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Según Adolf Hitler: «las grandes masas sucumbirán más fácilmente a una gran mentira, que a una pequeña» y su ministro para la Ilustración Pública y Propaganda, Joseph Goebbels, afirmaba «una mentira repetida mil veces, se convierte en una verdad». Los mentirosos piensan que todo el mundo es tonto.

Habría que convenir que el presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez Castejón, no puede afirmar que no sabe dónde está el Rey emérito, como declaró ante las preguntas que le fueron formuladas en la rueda de prensa, que celebró el día después del anuncio del autoexilio de don Juan Carlos, horas antes de irse de vacaciones a la lujosa mansión de La Mareta, en la isla canaria de Lanzarote, que la familia real donó al Patrimonio del Estado.

En realidad, puede haber ocurrido una de estas dos cosas. Primera, el presidente del Gobierno mintió, una vez más, puesto que conoce al detalle el paradero del anterior Jefe del Estado, porque es su deber saberlo o, segunda, realmente ignora dónde está y con quién está don Juan Carlos, lo cual es mucho más grave.

Claro que es posible que el presidente se comportara como un torpe engañabobos, en su encuentro con los periodistas. No sería de extrañar que se revelara como un dirigente que ha sido superado por las circunstancias, con incapacidad de controlar y encauzar la situación.

En el primer caso, Pedro Sánchez, debería de haber declarado con inteligencia que, por razones de seguridad, fáciles de entender, no puede decir dónde se encuentra el Rey emérito. Con ello no habría tomado a la gente por tonta.

En el segundo caso, con desconocimiento de la agenda viajera de don Juan Carlos, si Sánchez no miente, es para que nos preocupemos. El Rey emérito con 82 años cumplidos, no puede trasladarse y desaparecer sin más. Tiene que estar localizable y a la espera de lo que se pueda requerir de él, como cualquier ciudadano honesto en un país serio.

Si realmente ha huido, es que nuestras instituciones no funcionan y mientras tanto los republicanos y soberanistas, que no son pocos, irán declarando repúblicas y eliminando el nombre de don Juan Carlos de las calles, plazas y bulevares.

La oposición y los partidos constitucionalistas, andan perplejos, perturbados y ensimismados. El problema es grave porque no pasan de ser meros espectadores de los acontecimientos.

No somos tontos, nadie se traga la trola de Sánchez, cuando declara desconocer dónde está don Juan Carlos, ni tampoco la gran mentira del gobierno, que afirma que la salida de España del Rey emérito fortalece la institución que, desde hace seis años, dirige Felipe VI. Y nadie se cree que el gobierno se mantuvo al margen de lo que fue una decisión que se tomó en el seno de la familia real.

La sociedad civil y los empresarios se han quedado prácticamente mudos mientras que los enemigos de los Borbones, han transmitido de inmediato un rencor profundo a la institución monárquica y a la Constitución que la contempla.

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