Pilar Pradells, una vida auténtica (de Gandesa a Torreforta)

Pilar Pradells tuvo que compaginar el trabajo y la lucha política con la atención a sus 7 hijos

19 mayo 2017 19:13 | Actualizado a 21 mayo 2017 17:24
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En estos tiempos en los que tanto se habla de la Memoria Histórica, quisiera rendir un sentido y obligado homenaje a Pilar Pradells, una heroica e histórica militante comunista de Torreforta, barrio en el que fue además una de sus pioneras, dado que justamente ahora se cumple el décimo aniversario de su muerte. Se trata de una entrañable compañera y camarada del PSUC, del PCC y de CC.OO. Persona al igual que tantas otras injustamente olvidada, incansable luchadora por la libertad, la democracia, la igualdad de derechos y el socialismo, durante los duros años de la dictadura franquista. Lucha que además tuvo que simultanear siempre con su trabajo y la atención a su numerosa familia.

Pilar Pradells Sabaté nació en Gandesa en febrero de 1924 y falleció en Torreforta en abril del 2006. Casada con Josep Clua también de Gandesa con quien tuvo siete hijos, se instaló en Torreforta a principios de los años 50, donde nacieron sus hijos. A principios de 1938 con 14 años recién ingresó en las JSU las juventudes del PSUC. Finalizada la Guerra Civil se tuvo que exiliar con su familia en Francia. Su padre que se había unido, al igual que otros comunistas españoles, a la Resistencia francesa fue detenido en 1942 por la Gestapo y trasladado al campo de concentración de Mauthausen donde fue asesinado poco tiempo después. A principios de los años 50 regresó a España y fue una de las personas encargadas de reorganizar el desmantelado PSUC en Tarragona, en esta labor era la única mujer dentro de un muy reducido grupo de militantes. Durante estos años de férrea clandestinidad fue designada además, por el Partido para hacer de correo y mantener contactos con militantes comunistas exiliados en Francia, país al que realizaba por este motivo frecuentes viajes. En esta época, con unas imprentillas casi de juguete que compró en Reus y una vieja máquina de escribir, realizaba en su casa de forma rudimentaria y muy laboriosa octavillas clandestinas, según me contó una vez, para imprimir unas 200 necesitaba casi todo un día y que cuando fusilaron a Julián Grimau en 1963, como la impresión de las octavillas era muy trabajoso se hicieron la mitad en su casa y la otra mitad en casa de los Arjona (otros destacados comunistas) llegados unos años antes a Bonavista desde Andalucía. En 1956 constituyó la primera célula comunista en Torreforta. Durante la década de los 60 fue la responsable de repartir la prensa clandestina a las dispersas células comunistas que tenía el PSUC en diversas poblaciones de la provincia, aprovechando para ello su trabajo como agente comercial, el cual le facilitaba una cierta “tapadera” así como el hecho de tener que desplazarse por casi toda la provincia, transportando dicha propaganda en el doble fondo de una maleta. Como de joven fue una mujer muy agraciada me contó, que en esta tarea no siempre era bien vista por todas las esposas de algunos camaradas con los que tenía que tratar para entregarles la propaganda y darles secretamente instrucciones de la dirección del Partido. Como se puede imaginar, siempre corrió grandes riesgos por la realización de todas estas tareas. Como anécdota me contó también que una vez, a principios de los años 60, viniendo en el tren desde Barcelona, con uno de sus hijos pequeños ( a los que a veces se llevaba para pasar más desapercibida) y con una maleta repleta de prensa y propaganda clandestina, que al llegar el tren a Tarragona un miembro de la Guardia Civil que se encontraba en ese momento en su vagón le dijo «por favor señora, deme usted su maleta... que no puede usted con todo» y que aunque inicialmente se llevó un gran sobresalto, el hecho es que el guardia civil le llevó la maleta hasta prácticamente la puerta de salida de la estación, con lo cual se podía decir que aunque de forma involuntaria había colaborado también en el transporte de la propaganda clandestina. También fue una de las fundadoras de la primera Asociación de Vecinos de Torreforta en 1975. Durante los más duros años de la dictadura, por las estrictas medidas de seguridad que tenía que seguir para poder cumplir con éxito la importante función encomendada, tuvo que jugar en el barrio un papel muy discreto. Pero a partir de la legalización del PSUC en 1977 pudo participar ya, abiertamente, en todas las luchas político-sociales que tuvieron lugar tanto en el barrio como en Tarragona.

Es sorprendente que ni ella ni algunas de las más destacadas militantes comunistas o de izquierdas del barrio, como Carmen Pelejero González, Amalia Diez Hoyos, Elena Gómez Lozano, Isabel Prunera o Pepita Ferrer que además creó una escuela de ajedrez en el barrio y llegó a ser campeona de España; no aparezcan para nada en libros monográficos como el de reciente publicación Les dones als orígens de Torreforta ni siquiera en un apartado que lleva por título ‘Dones en lluita’, ni tampoco en la gran mayoría de artículos o trabajos específicos sobre el papel de las mujeres en la lucha contra el franquismo en nuestras comarcas. Son a estas grandes luchadoras anónimas, casi siempre olvidadas, silenciadas o minusvaloradas a las que quiero recordar y homenajear en estas líneas, pues el olvido es un terrible telón que pretende borrar de la memoria aquello que interesadamente se intenta oscurecer de la Historia. En este sentido, unos años de morir, Pilar me dijo: «Mira, Bravo, yo hice todo lo que hice, sencillamente porque pensé que era mi obligación hacerlo y con esa tranquilidad de conciencia ya me siento más que recompensada, luego ya sabemos que unos cardan la lana y otros se llevan la fama, pero eso ha pasado y seguirá pasando en el partido y en todos los ordenes de la vida».

Para concluir, sólo decir que fue una persona que hizo su trabajo sin pedir jamás nada a cambio, sin alardear de nada, situándose siempre en un segundo plano, manteniendo una vida sencilla y austera, siempre al lado de la gente más humilde de su barrio. A pesar de su inquebrantable adhesión al Partido y a las ideas comunistas que defendió hasta su muerte, fue una convencida internacionalista muy enemiga de los nacionalismos de los que siempre desconfió por considerarlos pequeño burueses y reaccionarios, y a pesar de todo ello siempre intentó ser respetuosa con las ideas y las creencias de los demás. Y a pesar de todas las penalidades por las que tuvo que pasar en su vida, incluida una larga enfermedad de su marido, nunca sus palabras segregaron odio, ni revanchismo político, eso sí, mientras sus fuerzas se lo permitieron siempre lo dio todo, por la causa de los trabajadores, de las mujeres (sin caer en el feminismo) y de la gente más desfavorecida de la sociedad.

*Manuel Martín Bravo fue dirigente del PSUC, PCC y de CC.OO., entre los años 1968 y 1999; miembro del Comité Local del PSUC y secretario político de Torreforta; miembro del Comité Central del PCC; responsable de organización de la Intercomarcal de CC.OO., de Tarragona así como miembro de su Consell Nacional.

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