Pluripartidismo

La debilidad del PSOE oculta la frágil posición del PP, que no deja de caer

19 mayo 2017 23:34 | Actualizado a 22 mayo 2017 11:36
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La encuesta del CIS, que había circulado en forma de rumor durante los últimos días, ha confirmado el descalabro de las grandes formaciones tradicionales, el ascenso imparable de Podemos y la evidencia de que nos adentramos en una etapa de pactos y coaliciones sin precedentes desde 1982, cuando comenzó la alternancia entre el PP y el PSOE al frente del gobierno de la nación. Como es conocido, el PP obtendría el 27,3%; Podemos el 23,9% y el PSOE, el 22,2%.

El trago más amargo a raíz de este sondeo, que ha tenido que lidiar con el problema de ponderar una nueva fuerza en el espectro, lo que le impide utilizar las anteriores leyes empíricas en su ‘cocina’, le corresponde al PSOE, que, al descender el 1,7% con relación al barómetro de octubre, queda por detrás de Podemos, formación que sube un 1,4% con respecto al anterior sondeo. Mientras el CIS realizaba su trabajo de campo, en el seno del PSOE se escuchaban los ruidos de la puesta en cuestión del liderazgo de Pedro Sánchez, quien, pese a todo, sigue siendo el político de ámbito nacional más valorado (3,68), sólo superado por la navarra Utxue Barcos, y a considerable distancia de Rajoy, que sigue bajando (ya está en el 2,19).

El descenso del PSOE ya ha tenido como respuesta el acertado viraje institucional de los socialistas, que acaban de firmar el pacto contra el terrorismo islamista con el Gobierno. No es difícil entender que la supervivencia de esta formación como uno de los dos pilares del sistema dependerá de su capacidad de conectar con el sector central del electorado y con el fortalecimiento de su credibilidad como partido solvente de gobierno, con independencia de la coyuntura. Asimismo, esta precariedad del PSOE en el estado explica la decisión de Susana Díaz de convocar las elecciones andaluzas cuanto antes: además de aprovechar la debilidad de Podemos en la región, una victoria socialista en la mayor comunidad autónoma puede tirar del conjunto del partido en las municipales y autonómicas que se celebrarán dos meses después.

La debilidad del PSOE, que debería mostrar en el futuro una potente cohesión interna para recuperar el pulso, oculta la frágil posición del PP, que no ha dejado de caer desde abril de 2014: entonces consiguió una estimación de voto del 31,9%, que descendió al 30% en julio, al 27,5% en octubre y que ha caído ahora al 27,3%, desmintiendo a quienes creían que con el nuevo año 2015 y los nuevos datos macro habría pasado lo peor para el partido gubernamental. Con la particularidad, además, de que su soledad en el hemisferio derecho es total, ya que quienes podrían asociarse logran bien escasa representación: UPyD cae al 4,6% y Ciudadanos, ahora en todo el Estado, logra el 3,1%. La conocida previsión de Arriola de que el PP podría formar gobierno con un porcentaje del orden del 35% si el resto del espectro se fragmenta está muy lejos de poder materializarse.

Este panorama inquietante debe completarse sin embargo con unas pinceladas de realismo: Podemos es todavía una entelequia ideológica, después de que esta organización arrumbase el programa radical que exhibió en las europeas y haya optado por declararse ‘centrista’ y por eludir la referencia derecha-izquierda. Además, la opción que encarna el nuevo partido es la de la ira, la de la protesta contra los errores del establishment, por lo que habrá que ver si quienes anuncian el voto a esta formación mantienen su palabra a la hora de conocer su programa. Queda, en fin, un largo trecho hasta la hora de la verdad.

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