Podemos ha ganado ya

Cualquiera que haya hecho zapping en la tele durante los últimos años ha pasado de ver un dirigente de Podemos en un canal a otro dirigente en el siguiente. Y así suce- sivamente: en formato de invitado, entrevistado, comentarista o lo que fuera.

A veces, incluso, el propio Pablo Iglesias ha aparecido simultáneamente en varios canales, en directo y en diferido, con un don de la ubicuidad que los creyentes antes sólo atribuían al Ser Supremo.

Podemos, pues, les ha comido la tostada de la comunicación a todos sus rivales, que han tenido que ir a remolque, buscando una presencia televisiva que muchos antes desdeñaban o simplemente huían temerosos de ella.

A esa primera victoria comunicativa, Podemos ha añadido la de saber transmitir unas emociones y unos sentimientos que los partidos tradicionales, empeñados en la racionalidad de sus análisis, propuestas y mensajes, olvidaban con frecuencia.

La culminación de esa suma de imagen y emocionalidad ha llegado en forma de un catálogo programático que más bien parece el Vogue o un magazín de ese estilo. En él aparecen sus dirigentes en una bella y plácida cotidianidad, próxima pero elegante, idílico anticipo de esa sociedad feliz que nos prometen.

El programa político, en cambio, parece un simple relleno del catálogo. ¿Para qué arriesgarse a dar demasiadas explicaciones que luego podrían serles rebatidas en el plano racional?

Ellos están en otro, el de los sentimientos, diciendo lo que mucha gente quiere oír, sin contarle por supuesto el precio que tendría que pagar por esa inalcanzable utopía.

Es en ese plano irracional, de sentimentalismo, embeleso y emocionalidad en el que Podemos ya ha ganado por goleada.