¡Por fin!

La oligarquía y demás poderes salvadoreños trataron a Monseñor Romero con desprecio

19 mayo 2017 23:27 | Actualizado a 22 mayo 2017 21:44
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Los que tuvimos el azar, el privilegio de conocer el ejemplo y trabajar con Monseñor Oscar Arnulfo Romero nos alegramos de ver que al fin se hace justicia con su persona y sobre todo, se le institucionalice dentro del marco de santidad de la Iglesia Católica Apostólica y Romana. Ese camino no ha sido fácil. Se podrá argumentar que otros pasan años y años incluso siglos hasta que la iglesia los declare beatos y santos pero también no es menos cierto que otros miembros de esa iglesia han sido canonizados con una asombrosa rapidez.

Como toda persona humana tiene un contexto y el contexto de El Salvador era muy difícil en la década de los años 70 a los 90 del siglo pasado.

El Salvador se debatía en una guerra civil en donde las estructuras de poder se jugaban su existencia. El Salvador con un poco más de 20.000 km cuadrados alberga una población de alrededor de 7.000.000 de habitantes con una tasa de casi 300 habitantes por kilómetro cuadrado, la más alta de iberoamérica. Era sabido que en el país, 14 familias, controlaban la riqueza de él. En ese contexto y en el de los procesos políticos de Hispanoamérica revolución cubana, revolución sandinista, movimientos guerrilleros diversos, las tensiones sociales se acentuaron y dentro de la iglesia católica nació lo que se denominó Teología de la Liberación que para bastantes estaba influida por los procesos marxistas de lucha de clases. El Salvador no podía aislarse de esos movimientos y esa influencia y dada la religiosidad del pueblo salvadoreño la iglesia juega un papel importante.

Muchos sacerdotes no podían permanecer ajenos a que las fuerzas que detentaban el poder reprimían las manifestaciones de los campesinos que pedían más justicia social, los poderosos que también eran católicos acusaban a algunos sacerdotes de ser comunistas por defender a sus feligreses que eran reprimidos.

Monseñor Romero sabía que el pueblo salvadoreño debía asumir el compromiso en la construcción de una sociedad solidaria y justa y ello debía hacerlo desde el amor y la responsabilidad, y así : Una vez un periodista le preguntó: ‘¿Está de acuerdo con la teología de la liberación?’ Y Mons.Romero contestó: «Sí, por supuesto. Pero hay dos teologías de la liberación. Una es la que ve la liberación sólo como liberación material. La otra es la de Pablo VI. Yo estoy con Pablo VI»”.

En un pueblo de campesinos, muchos iletrados, analfabetos, las homilías de los sacerdotes eran un vehículo de ilustración.

El 12 de Marzo de 1977 asesinaron al Padre Rutilio Grande, amigo personal y confesor de Monseñor Romero, que predicó un sermón que llegó a ser llamado el «sermón de Apopa», denunciando la expulsión del padre Bernal por el gobierno (denuncia que la misma OEA indicó que pudiera haber provocado su asesinato):Queridos hermanos y amigos, me doy perfecta cuenta que muy pronto la Biblia y el Evangelio no podrán cruzar las fronteras. Sólo nos llegarán las cubiertas, ya que todas las páginas son subversivas… De manera que si Jesús cruza la frontera cerca de Chalatenango, no lo dejarán entrar. Le acusarían al Hombre-Dios... de agitador, de forastero judío, que confunde al pueblo con ideas exóticas y foráneas, ideas contra la democracia, esto es, contra las minoría. Ideas contra Dios, porque es un clan de Caínes. Hermanos, no hay duda que lo volverían a crucificar. Y lo han proclamado.(13 de Febrero, 1977)

Monseñor declaró que la muerte de Rutilio fue su bautizo de sangre al observar las cosas que dijeron muchos “católicos” del Padre Rutilio.

Muchos han considerado que a Monseñor Romero lo mataron por decir en su última homilía del domingo 23 de marzo de 1980: “En nombre de Dios, pues, y en nombre de este sufrido pueblo cuyos lamentos suben hasta el cielo cada día más tumultuosos, les suplico, les ruego, les ordeno en nombre de Dios: ¡Cese la represión!”

En 1994, fue abierta una causa para su canonización, por su sucesor Arturo Rivera y Damas. A partir de este proceso, Monseñor Romero ha recibido el título de Siervo de Dios. En el año 2005 y coincidiendo con el vigésimo quinto aniversario de su muerte, la Iglesia católica anunció el inicio del proceso para su beatificación. Luego el proceso se ralentizó y así ha estado años. A Benedicto XVI los periodistas le preguntaron varias veces cuándo será la canonización de Monseñor Romero, a un periodista francés le dijo que “el retraso no se debía a la persona del arzobispo asesinado, que, por su virtudes heroicas, merecía ser beatificado, se debía, más bien, a la situación políticamente encontradiza que reina en El Salvador a propósito de la obra de Monseñor”. Cabe pensar por qué “la canonización no es oportuna”.

Este año, 2015 el 3 de febrero el Papa Francisco firmó el decreto por el que se establece el martirio de Monseñor Óscar Arnulfo Romero, quien “fue asesinado por odio a la fe, según lo establece”.

Un mes antes de morir Mons. Romero declaró:“Pongo bajo la providencia amorosa del Corazón de Jesús toda mi vida y acepto con fe en Él mi muerte, por difícil que sea. Ni quiero darle una intención como lo quisiera por la paz de mi país y por el florecimiento de nuestra Iglesia... porque el corazón de Cristo sabrá darle el destino que quiera. Me basta, para estar feliz y confiado, saber con seguridad que en Él está mi vida y mi muerte. Y a pesar de mis pecados, en Él he puesto mi confianza y no quedaré confundido y otros proseguirán con más sabiduría y santidad los trabajos de la Iglesia y de la Patria».

Es bien conocido que la oligarquía y demás poderes del mundo salvadoreño trataron a Monseñor con desprecio y crueldad afirmando: “Monseñor vende su alma al diablo”. Y se repartieron hojas a la salida de misa que decían: “Haga patria mate un cura”.

Con este decreto se acelera el proceso pues según el canon la máxima garantía de santidad, es el martirio, morir por su fe era la prueba máxima de santidad y el argumento prácticamente inapelable para ese merecimiento. Incluso cuando se santificó a Juan XXIII el mismo papa Francisco autorizó que san Juan XXIII no tenía necesidad de un segundo milagro para ser declarado santo, era tal el fervor popular, que el pueblo ya lo consideraba tal. En el caso de Monseñor Romero es obvio que se cumple el efecto del pueblo, un teólogo como Ignacio Ellacuría exclamó en el funeral de la Universidad Centroamerica,UCA, de la que era Rector, cuatro días después de su asesinato: “Con Monseñor Romero, Dios pasó por El Salvador”.

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