Por qué me apunto a ensayar la vacuna catalana

El Comité de bioética. Ha sentenciado que ninguna persona es más útil o menos que ninguna otra, así que se vacuna a los más vulnerables antes que es lo que estamos haciendo.

27 enero 2021 21:11 | Actualizado a 28 enero 2021 06:59
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Paso una mañana de sutil esgrima dialéctica con el presidente del Comité de Bioética español, Federico de Montalvo, que ha decidido con él los criterios de prioridad en nuestra vacunación y que decidió hace un año algo mucho más doloroso: qué pacientes de covid tenían derecho a usar los pocos respiradores disponibles entonces.

En el comité colegian sus decisiones una treintena de epidemiólogos, médicos, matemáticos, biólogos…Pero no sólo. Hay también juristas, como el propio Montalvo, economistas, psicólogos, filósofos y eticistas.

La razón de tanta interdisciplinariedad es que el comité no trata de aconsejar a nuestros gobernantes -hay otro para Catalunya de altísimo nivel intelectual también- sobre cómo gestionar un virus, porque la pandemia requiere gestionar algo mucho más complejo aún, que somos las personas.

Además, hay que adaptar sus consejos éticos a las administraciones de acuerdo a las condiciones de la covid, que cambian a diario. Y ahí me llevo, de hecho se llevó también todo el augusto comité, una gran sorpresa.

 ¿No recuerdan ustedes la cantidad de conciudadanos que decían que no querían ponerse la vacuna y que dudaban de ella y que si la habían diseñado demasiado rápido y que si tal y cual…?

El problema es el puesto: generales,  alcaldes, un obispo y hasta algún familiar listillo se han colado para el pinchazo

Pues resulta que ahora hay carreras para ponérsela y que algunos listos se cuelan. Así que el Comité ha tenido que cambiar el criterio de obligatoriedad. Es decir, antes sus miembros pensaban que tal vez deberían aconsejarla; pero ahora puesto que casi nadie la rechaza, la han declarado ‘no obligatoria’. 

Y ahí llega el primer matiz para qué vean lo fino que hilan nuestros bioeticistas: ‘No obligatoria’ no es lo mismo que ‘Voluntaria’. Porque si usted no se la pone ahora no incurrirá en una ilegalidad, pero si en un acto reprobable de insolidaridad. Si fuera voluntaria, ponérsela sería tan virtuoso como no ponérsela.

Pero resulta que el problema es el puesto. Es que generales,  alcaldes, un obispo y hasta algún familiar listillo se han colado para el pinchazo: ¿Ustedes los dejarían sin la segunda dosis? ¿Sííiiiii? ¿Noooooo?

Pues si los castigan así, estarán castigando también a un posible contagio a las personas de su entorno. Así que habrá que dar a los jetas estos la segunda dosis. Entre ustedes y yo, la pena de telediario y telenotícies que han sufrido no sé si les valía la pena la inmunidad.

Pero ¿Por qué vacunar primero a los ancianos y no a los conductores de autobús, por ejemplo, que son más necesarios? Ahí han chocado los dos criterios que ha cruzado el Comité: de utilidad -vacunar primero a los más útiles- o de vulnerabilidad: vacunar antes a quienes están en mayor riesgo.

¿Qué deciden ustedes? El comité ha sentenciado que ninguna persona es más útil o menos que ninguna otra. Así que vacunemos a los más vulnerables antes, que es lo que estamos haciendo.

Pero ¿Por qué se inmuniza antes entonces a los sanitarios? Pues no por utilidad, sino por reciprocidad: para agradecer su exposición por todos nosotros al riesgo. La prioridad es la misma, pero la razón es éticamente diversa. Y, algo importante que ya no es sólo ética: después vendrán policías, bomberos, maestros de escuela…Y aquí Montalvo me explica que antes que los de Universidad como él y como yo en la URV de Tarragona, porque los estudiantes mayores no necesitan tanta presencialidad educativa como los niños.

Así que no sé ustedes, pero a mí me va a tocar de los últimos; así que me he apuntado a un ensayo de la vacuna catalana. Ya les contaré en mi próxima ‘Mirada’. Estén atentos, porque la cosa promete e inquieta -lo confieso-, pero todo por la ciencia…

Lluís Amiguet es autor y cocreador de ‘La Contra’ de ‘La Vanguardia’ desde que se creó en enero de 1998. Comenzó a ejercer como periodista en el Diari y en Ser Tarragona. 

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