¿Por qué no entendemos nada? Los 72 millones de votos a Trump son la última prueba de un cambio social

No queremos enterarnos. Quizás a esos ciudadanos de diferentes países que tienen el enfado como elemento común les oímos pero no les escuchamos y no hemos hecho el esfuerzo por entender su malestar

18 noviembre 2020 06:40 | Actualizado a 20 noviembre 2020 18:09
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Ya sé que Michigan o Georgia quedan lejos pero me van a permitir lectores del Diari que me refiera a las elecciones americanas como un síntoma más de un cambio en las estructuras mentales de la sociedad en muchos ámbitos sociales y geográficos.

Un cambio que para quienes no lo estamos experimentando nos resulta difícil de apercibir, anticipar o cuando ha provocado ya alguna consecuencia… explicar o desentrañar.

El primer síntoma aparece para mí el 1 de Octubre con la «soft» declaración de independencia en Catalunya que culmina un largo Procés de desapego de una gran parte de la sociedad catalana con el estado que la ampara. Y ahí empiezan a verse cómo independentistas puros se acaban entendiendo con sectores descontentos con la política (la madrileña para más señas), trabajadores modestos y pensionistas descontentos a los que se suman antisistemas que ven una brecha por donde medrar.

Nadie pensaba que el moderado en las formas Puigdemont acabaría dando el golpe de timón de declarar unilateralmente la independencia…y acabó pasando con todas sus consecuencias: debilitamiento exprés de la autonomía conseguida en cuarenta años y la prisión para los políticos que no supieron gestionar conforme a la ley todas esas emociones y posiciones legítimas por otra parte.

Luego llegó el Brexit. No nos engañemos: los ingleses nunca nos han caído bien ya por su soberbia, desdén hacia todo aquello que no salga de las islas e incluso mal gusto en el vestir o en la cocina. Pero pocos pensábamos que iban a rechazar seguir perteneciendo a un club que con sus defectos (entre ellos su incapacidad manifiesta para gestionar la migración de pobres, perseguidos o golpeados) se ha consolidado como un espacio de confort económico y político en las últimas décadas. Creíamos que las numerosas mentiras que esgrimieron los partidarios del out serían detectadas y razón suficiente para evitar una salida que ni ellos ni nosotros sabemos cómo aplicar.

Ahí también desechamos la capacidad movilizadora del populismo pensando desde nuestra absurda atalaya que los bienpensantes y el sentido común podrían con esa fuerza creciente llena de rabia resentimiento.

Luego hace un año y creyéndonos inmunes al populismo tras intentar cerrar juntos las heridas del franquismo durante cuarenta años, nos topamos con un señor a caballo que desafiando al establishment se colocó con 52 diputados al frente de la tercera fuerza política del Congreso de Diputados.

Ahí la izquierda que al final ganó las elecciones tiene una clara responsabilidad por estirar la cuerda de la repetición electoral provocando el hastío de muchos votantes de derechas (y alguno de izquierdas) que hartos se sumaron al señor del caballo. Y nosotros que pensábamos que una guerra civil todavía muy presente en nuestras memorias y cuarenta años de dictadura nos había vacunado contra el fascismo. Pues toma, otra cucharada al plato.

Este año una pandemia mundial ha sido contestada por negacionistas que han especulado con maquiavélicas teorías que van desde un virus creado en un laboratorio chino a idea para debilitar el mundo hasta los que afirman que no es más que una gripe mal curada que no debería detener nuestro decidido paso hacia la riqueza (de unos pocos).

En nuestro propio país hemos visto como algunos líderes políticos se inclinaban por aprovecharse de la calamidad (oportuna palabra que los portugueses han aplicado para acompañar la lucha contra el virus) para intentar sacar unos votos demás en unas improbables elecciones.

Y hace dos semanas las elecciones americanas donde nadie del segmento moderado progresista creía que un mezquino mentiroso, machista, estafador pudiera lograr la reelección después de que el mundo entero comprobara el peligro que supone tener en el despacho oval a alguien como él.

Ya nos va bien

Pues ese señor que sigue sin reconocer su derrota y que la misma noche electoral puso en jaque a una de las democracia más antiguas del mundo casi vuelve a ganar. En todo caso consiguió ni más ni menos que 71 millones de alientos que querían mantenerlo en el puesto. ¿Qué está pasando y por qué no nos enteramos de nada? Quizás que a todos estos ciudadanos de diferentes países -que tienen el enfado como elemento común denominador- les oímos pero no les escuchamos y no hemos hecho el esfuerzo por entender su malestar para intentar integrarlo de alguna forma en los flujos de discusión general.

Por lo tanto no nos enteramos de nada, en parte porque no queremos y ya nos va bien tener a ese sector demonizado como una de las fugas de nuestras frustraciones.

Para pensarlo.


Periodista. Javier Pons inició su carrera en Radio Reus. Ha sido director de ‘El Terrat’, director de TVEy CEO de Prisa Radio. Actualmente dirige la productora Globomedia (Mediapro).

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