Posibilidad liberal y libertad positiva

La libertad de pensamiento debe conceder un rango primordial a la generosidad intelectual y al concepto de libertad positiva, algo que no es posible sin una plena conciencia ética
 

22 diciembre 2021 11:30 | Actualizado a 22 diciembre 2021 11:33
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Aunque sea de forma inconsciente, en alguna etapa de nuestra vida mostramos una etiqueta ideológica personal que posibilita entroncar con el racionalismo y argumentar intelectualmente nuestro voluntarismo.

El liberalismo en nuestro país nunca tuvo una aceptación pública, ni escapó de ataques fascistas, comunistas, de izquierdas y derechas, de populistas y progresistas que refutaban cuanto tenía cierto sahumerio liberal. 

Es cierto que se nos presenta con dos caras distintas y por tanto difícil de entender a lo largo de los años como dos corrientes teóricamente opuestas. Un liberalismo entendido desde un concepto filosófico universal (léase a Locke, el gran teórico del empirismo, o a Kant y su idealismo trascendental), y otro liberalismo sustentado en la acción política avalada por las normas y constituciones de los Estados, cuya legitimación podría cuestionarse. 

Posiblemente exista cierta coincidencia y convergencia en reunir valores que podríamos considerar universales, pero difícilmente asumibles en un contexto cartesiano de los siglos XVI y XVII, cuyo componente religioso distinto del positivismo aplicado a las ciencias que irrumpió con fuerza en el siglo XVIII. En definitiva, un liberalismo, hoy políticamente utópico, donde debería establecerse un equilibrio entre la realidad del libre mercado y los valores universales.

Los retos del liberalismo del siglo XXI, habría que buscarlos en clave igualitaria en cuanto a la libertad y la justicia. El debate político en España está altamente polarizado y desde el gobierno se ha diseñado un resbaladizo proyecto de reforma de la ley de Seguridad Ciudadana, «ley mordaza» que pretende una libertad negativa, limitando y criminalizando a los garantes de la seguridad ciudadana, esto es, coartando a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, cercenando derechos a los ciudadanos y eximiendo de responsabilidad a potenciales delincuentes. 

Es algo diametralmente opuesto al concepto del nuevo liberalismo político que afronta el debate desde la justicia social, los derechos y libertades en un marco democrático y Constitucional.

Este teórico liberalismo cívico predica unas libertades que deben entroncar con una ética y una epistemología que derive en una acción política que se nos antoja utópica, cuando la propuesta política estriba en gobernar a la masa tal como se presenta, (con escasa cultura, educación o criterio) y no como debiera ser, ajena al adoctrinamiento, consignas políticas o lejos de un evidente aborregamiento).

En mi último artículo criticaba la personalidad y actuación del presidente Sánchez, en ningún caso al Partido Socialista, adulterado e irreconocible por un danchismo, que como tal nada tendría que ver con un partido socialdemócrata.

¿Por qué la sociedad hoy permanece inerte ante vicios intolerables de la acción pública de políticos e instituciones? 

La libertad de pensamiento debe conceder un rango primordial a la generosidad intelectual y al concepto de libertad positiva, algo que no es posible sin una plena conciencia ética. 

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