Que no se esconda nadie: Es el momento de la sociedad civil

Regusto amargo. Madrid es en realidad una comunidad moderna, abierta y tolerante que no puede dejar de ver lo que está pasando en Catalunya con un enorme desasosiego y cierta indignación

01 noviembre 2017 11:45 | Actualizado a 02 noviembre 2017 13:46
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La mañana de este sábado 28 de octubre nos arroja la imagen de una ciudad luminosa aunque fatigada por la «boina» de contaminación que nos cubre hace varios días. Los madrileños (en su mayoría) se han despertado con un regusto amargo en la boca. Y es que esta ciudad- tan maltratada por una derecha que en los últimos años ha  intentado secuestrarla y saquearla- es en realidad una comunidad moderna,abierta y tolerante que no puede dejar de ver lo que está pasando en Catalunya con un enorme desasosiego y cierta indignación.

Indignación porque no soporta a los políticos que manejan la bandera y la constitución como armas que esconden en muchos casos espureas estrategias electorales. Indignación porque tampoco soportan a una parte de la burguesía catalana que tras pactar cómodamente con el estado, ha robado de las arcas de los ciudadanos y para intentar tapar tanta corrupción se han entregado a su némesis política (CUP) llevando a la sociedad catalana y española al borde del abismo.

Que un político tan mediocre y débil como Mariano Rajoy haya sido el que haya tenido que acabar convocando elecciones para el 21 de diciembre debería hacer que se les cayera la cara de vergüenza a quienes desoyendo la voz de una mayoría de la sociedad han preferido entregarse al sueño (legítimo por otra parte) de una parte de ciudadanos minoritaria en número de votos. 

Ahora sin embargo, creo que sería malo seguir pensando en el ayer por lo que creo mejor poner en el foco lo que nos queda por delante. La acertada (en este caso hay que reconocerlo) decisión del presidente del Gobierno de convocar elecciones lo antes posible aleja la sombra de un largo periodo de intervención que dependiendo de una compleja aplicación se presentaba lleno de incertidumbres negativas para Catalunya y para España. 

El núcleo duro del partido que respalda al gobierno en el poder y algunos satélites periodísticos reclamaban una intervención dura y larga para visualizar una humillación y escarmiento. Esto no ha sucedido y se abre una oportunidad para que Catalunya recupere sus instituciones democráticamente establecidas en tres meses. No es fácil y exige madurez  sobre todo del ala soberanista para asimilar la realidad y no empujarnos a la confrontación.

Esta madurez ha sido siempre un elemento distintivo de esta comunidad y hoy la única forma de afrontar un tiempo que sólo la historia juzgará pero que nos toca gestionar a nosotros para las futuras generaciones. Sería un tremendo error intentar mantener dos realidades paralelas estableciendo autoridades u órganos administrativos en la sombra que plantearan resistencia. Resistencia a qué… ¿a las urnas? Es el momento de expresar todas las  ideas y posicionamientos y vehicularlos a través del voto. 

Ignoro lo que nos espera en los próximos días. Seguramente tensión que se verá traducida por la acción de la justicia y las reacciones a la misma. Ante eso yo lo que pido son dosis de serenidad pero sobre todo que no se esconda nadie. Los independentistas deben reconducir sus demandas al ámbito legalmente establecido por todos y no delegar «en la calle» la defensa de una república que a pesar de ser una ambición legítima no está legitimada.

Los que se oponen a la independencia han de poner blanco sobre negro un plan para reformar una Constitución que se ha quedado vieja. Ha servido con sus virtudes y defectos durante años, pero ahora es indiscutible que necesita acoger una nueva realidad y un nuevo escenario no sólo vinculado a realidades territoriales diferentes sino también a derechos que se han visto amenazados o directamente agredidos en los últimos años. 

Pensaba dedicar esta primera colaboración con el Diari recordando una tarde de julio del 77 donde entré por la puerta de este medio para cortar teletipos y aprender el oficio. Pero la realidad ha barrido la nostalgia.

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