Quienes esperaban otra cosa les ha sorprendido que, en su documento sobre la Amazonia, Francisco hable de… la Amazonia.
El Papa ha elegido sus palabras, algunas duras, otras poéticas: denuncia «empresas que se apropian de territorios, llegan a privatizar hasta el agua potable, arrasan las selvas… penalizan las protestas e incluso quitan la vida a los indígenas que se oponen, provocan incendios, sobornan a políticos…».
Y al mismo tiempo habla de la «Madre tierra», y desde el título Querida Amazonia su exhortación apostólica es una declaración de amor: «Sueño con una Amazonia que custodia celosamente su abrumadora hermosura natural…».
Después de su encíclica ecológica Laudato si, de 2015, este es otro aldabonazo sobre la salud de nuestro planeta.