Quien a hierro mata, a hierro muere

Esclavos de sus grilletes verbales. Pablo Iglesias e Irene Montero son víctimas de sus propios discursos, de su oratoria de extracción ‘sans-culotte’ que no encaja con la compra de un chalé en la sierra de Guadarrama        

21 mayo 2018 11:51 | Actualizado a 21 mayo 2018 11:54
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En 2012 el por entonces ministro de Economía, Luis de Guindos, adquirió un ático en La Moraleja. El líder de Podemos, Pablo Iglesias tecleó rápidamente en las redes sociales: «¿entregarías la política económica del país a quien se gasta 600.000 euros en un ático de lujo?».

 Como todo el mundo sabe, todos los políticos de cualquier formación política que no fuera Podemos eran casta, aprovechados, cuando no corruptos (al menos moralmente) y una adquisición inmobiliaria de ese importe sólo podía explicarse gracias al privilegio y a la explotación continuada de las clases populares. ¡Viva la revolución!

Seis años después, Pablo Iglesias y su pareja, Irene Montero, portavoz parlamentaria de la formación morada, se encuentran en medio de un huracán mediático por la compra de un chalé en la sierra de Guadarrama. Tu quoque, Brute, fili mi!, se exclaman los militantes y simpatizantes de Podemos ante la caída del disfraz sans-culotte de sus representantes. 

¿No habíamos quedado que nosotros éramos diferentes? ¿No se trataba de romper con las costuras del sistema? ¿No íbamos a convertir las instituciones en un bosque de Sherwood en que Pablo e Irene actuarían como si de Robin Hoods de la meseta se tratara?

No sólo sus fieles se han abalanzado sobre las yugulares inmobiliarias de ambos líderes podemitas. El resto de las formaciones políticas, y los medios de comunicación, están hartándose de mojar el pan de la demagogia a cuenta de la escritura de compraventa del ya famosísimo chalet de los Gramsci-Hornecker de Guadarrama.

Y sin embargo no han hecho nada malo ni reprobable. No ahora. No adquiriendo una casa bonita que pueden pagar. No deseando lo mejor para los gemelos que están esperando. No dando cumplimiento a las aspiraciones de un proyecto de vida en común que también pasa por un hogar confortable, cuanto más confortable mejor. No hipotecándose como cualquier hijo de vecino para dar cumplimiento a la aspiración de una vida mejor. Y sin embargo…

Iglesias-Montero son autovíctimas. Han caído en su propia trampa. Están atrapados por los grilletes verbales que ellos mismos construyeron pensando en otros tobillos. Así funciona la demagogia y el populismo. Uno atiza el fuego de la verborrea, lo reduce todo a blanco y negro, divide el mundo entre buenos y malos y, sin apenas tiempo para darse cuenta, acaba ardiendo en la hoguera de la inquisición que él mismo levantó, aunque imaginando que serviría para quemar otros cuerpos.

Hubo un tiempo en el que las palabras se las llevaba el viento. Ahora no. Los discursos quedan atrapados en las redes sociales, en las hemerotecas, fonotecas, videotecas. Todo lo que se dice regresa para contradecirnos y hacer trizas nuestra coherencia.

Lo sabe también el flagrante nuevo inquilino del Palau de la Generalitat, Quim Torra, al que van a perseguir durante mucho tiempo los artículos periodísticos que han servido para calificarlo de supremacista en una batalla propagandística que el «president provisional» no puede ganar en el corto plazo.

Lo sabrán dentro de poco también la Lega Nord y el movimiento 5Stelle, a punto de formalizar gobierno en Italia, con un acuerdo incumplible en lo económico y también en lo social pero forjado en base a grandes palabras pensadas para ser digeridas con emoción por sus votantes y fijando claramente, como todo populismo que se precie, enemigos exteriores a los que culpabilizar de todos los males.

En su caso, Unión Europea e inmigrantes. Las promesas del nuevo gobierno italiano, si acaba formalizándose, van a volverse en unos meses en su contra. Tiempo al tiempo.

Cada día hay mil lecciones sobre la conveniencia de ser prudente con el uso de la palabra para no lamentarse en el futuro. Pero cada día recordamos también que somos el único animal que tropieza no dos, sino infinitas veces con la misma piedra. Por eso seguiremos utilizando la lengua como un martillo, a sabiendas que el último golpe caerá sobre nuestra cabeza. Quien a hierro mata, a hierro muere. 

 

Periodista. Josep Martí  es ‘calero’, es decir, de L’Ametlla de Mar. Es empresario y periodista. Analiza la actualidad política en ‘El Periódico’, Rac1 y 8TV.

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