¿Quién ganó la segunda Guerra Mundial? A este paso el fascismo habrá ganado la batalla de Stalingrado

Sin inmutarnos. El asesinato de Samuel, la glorificación del genocidio de la conquista española, mentiras tras mentiras... esta es la forma clásica en que se produce la violencia en los regímenes autoritarios

22 octubre 2021 05:20 | Actualizado a 22 octubre 2021 05:27
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La respuesta obvia de concurso televisivo empieza a ser cada vez más elusiva, oblicua, resbaladiza. ¿Quién ganó la Segunda Guerra Mundial? Paren un momento. Respiren. Si les digo que el fascismo, puede parecer una hipérbole...o no. La palabra fascismo se ha cargado tanto de significado que puede ser difícil de definir. Hoy en día, se utiliza a menudo como un epíteto superficial para cualquier política que nos desagrade. Sin embargo, como término histórico, el fascismo se refiere a la corriente de ultranacionalismo antidemocrático de extrema derecha que recorrió Europa en el periodo de entreguerras. Aunque se asocia principalmente a Adolf Hitler, el fascismo cobró forma por primera vez como movimiento paramilitar y político con Benito Mussolini en 1919. El nombre del partido de Mussolini deriva de «fasces», la palabra latina que designa un haz de varas de madera con un hacha que simbolizaba el poder en la antigua Roma, y que Mussolini utilizaba para representar al pueblo italiano sometido a la autoridad del Estado.

Un gobierno fascista, tiene un solo partido, liderado por un dictador que mediante la violencia ha cerrado toda oposición, incluida la del poder judicial, la prensa y los llamados enemigos del Estado. Dirán que no estamos ahí. No, afortunadamente, pero hay rasgos preocupantes. 

El hecho de que el fascismo sea más eficaz en épocas de grave desigualdad explica por qué ataca a los sindicatos

Pero, ¿qué hace que el fascismo se diferencie de otras formas de autoritarismo? 

El pasado mítico: El fascismo apela a un pasado imaginario y glorioso destruido por las fuerzas del liberalismo, el cosmopolitismo y el globalismo. La fantasía de un pasado uniforme puede adoptar múltiples dimensiones -racial, cultural, religiosa- pero es invariablemente patriarcal. La consagración de los roles tradicionales de género otorga autoridad moral al hombre fuerte para imponer su voluntad en el presente.

«Nosotros» contra «ellos»: A través de la apelación al pasado mítico, el fascismo establece una jerarquía de valor humano: por ejemplo, respetuosos de la ley frente a los delincuentes, trabajadores frente a perezosos, puros de raza frente a impuros, heterosexuales frente a homosexuales, capacitados frente a discapacitados. 

Irrealidad: Las falsas distinciones entre poblaciones dignas e indignas se imponen a través de la propaganda y el antiintelectualismo que corroen la realidad compartida, degradan el lenguaje y crean un terreno fértil para que florezcan las teorías de la conspiración. De manera crucial, como escribió Hannah Arendt, el sello distintivo de la propaganda fascista no es sólo que promueva las mentiras, lo cual es característico de la propaganda en general, sino que promueve las mentiras al servicio de la política que busca hacerlas realidad.

Tantos muertos  y sufrimiento, para que, al menor atisbo de inseguridad, recurramos a la estupidez de siempre

Atomización: Aunque los movimientos fascistas hacen hincapié en ciertas identidades colectivas, también tienden a promover una ética social darwinista, según la cual el individuo debe luchar contra otros por el poder y los recursos en la competencia del mercado libre. Por lo tanto, las divisiones de clase deben minimizarse mediante el desmantelamiento de los movimientos obreros y los sindicatos, ya que poseen el potencial de promover la solidaridad por encima de las diferencias que el fascismo depende de explotar. El hecho de que el fascismo sea más eficaz en épocas de graves desigualdades económicas es otra razón por la que ataca a los sindicatos.

Diremos que en Europa no tenemos gobiernos unipartidistas, y se siguen celebrando elecciones. Pero, los recientes acontecimientos, asesinato de Samuel, ataques, glorificación del genocidio de la conquista española, mentiras tras mentiras... esta es la forma clásica en que se produce la violencia en los regímenes autoritarios. Lo vemos cada día sin inmutarnos en exceso. 
La violencia verbal aumenta en toda Europa, el desafío a las leyes de la UE ya sea por parte del Parlamento polaco o del Tribunal Supremo español son consecuencia de la impunidad con la que el fascismo ha vuelto a ocupar la arena pública. Tantos muertos, tanto sufrimiento, para que, a menor atisbo de inseguridad, recurramos a la estupidez de siempre. A este paso, habrán ganado ellos la batalla de Stalingrado.

* Periodista. Nacida en Tarragona, Natàlia Rodríguez empezó a ejercer en el Diari. Trabajó en la Comisión Europea y colabora en diversos medios. Vive entre París, Bruselas y Barcelona.

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