Reconstruir Cataluña

24 agosto 2020 08:00 | Actualizado a 24 agosto 2020 08:05
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Hace tiempo que la política catalana sufre parálisis, prácticamente llevamos casi diez años de parálisis, y buena muestra de ello es la situación presupuestaria.

Las últimas cuentas de la Generalitat que han sido aprobadas en plena pandemia son surrealistas, se aprueban unos presupuestos que resultan desfasados antes de su aprobación, e incluso así lo reconocen quienes los proponen, con la promesa de su modificación inmediata, cuestión que, a pesar de los meses transcurridos, singuen sin realizar.

Parece mentira la poca empatía demostrada, por el gobierno de la Generalitat, con los ciudadanos que necesitan urgentemente de medidas, no solo para combatir la crisis sanitaria sino también para salvar nuestra economía, pero la parálisis no les deja reaccionar, siguen en su mundo pidiendo la abdicación del rey, o el cese del secretario general del Parlament, gritando por todos lados que los catalanes no tenemos Rey, como si ya vivieran en su imaginaria república, de la que excluyen a más de la mitad de los ciudadanos de Cataluña.

El consenso de prácticamente todas las fuerzas políticas en que la legislatura está finalizada, incluidos sus socios de gobierno, me hace pensar que la agónica prórroga, a la que nos está sometiendo el Sr. Torra, obedece más a una cuestión de supervivencia, de él mismo y de los cientos de cargos públicos existentes en su administración, sabedores que una vez se celebren las elecciones seguramente perderán su generoso sueldo, que a cualquier otra motivación.

Como siempre en la clase dirigente catalana prima lo personal al interés general, y así nos ha ido.

Pero una vez se celebren las elecciones, gobierne quien gobierne, ha llegado el momento de reconstruir Cataluña.

A excepción de los seguidores del mesiánico Puigdemont, las restantes fuerzas independentistas -sin dejar de serlo- han optado por abandonar la vía unilateral, y por lo tanto la ilegalidad de sus acciones.

Seguramente del resultado de las elecciones saldrá un parlamento en el que la mayoría de los partidos presentes aboguen por mantenerse en la legalidad. Aun conservando la independencia como objetivo, pero abandonando la vía unilateral, se abren pues las puertas a mayores entendimientos, que hasta ahora eran imposibles.

Se dará paso a un nuevo panorama político en el que debe primar el pacto y el entendimiento para abordar las grandes reformas estructurales que tenemos pendientes por los largos años de parálisis. Además, ante la grave crisis social y económica que se avecina, será imprescindible el pacto y el consenso en los elementos básicos de la reconstrucción, y deberá ser entre las principales fuerzas políticas del Parlament.

Sin el esfuerzo de todos como sociedad no saldremos de esta grave crisis, nadie va a ser prescindible, solo aquellos que se autoexcluyan por anteponer sus trasnochadas reivindicaciones a las necesidades reales de nuestros ciudadanos.

Por ello, una vez celebradas las elecciones debemos inmediatamente ponernos a trabajar todos juntos para reconstruir Cataluña, no solo de la grave crisis generada por la pandemia, sino también de las heridas que los años de parálisis han infligido en la economía catalana.

Hemos de recuperar el liderazgo que habíamos ostentado no solo en España sino en Europa, volver a deslumbrar al mundo como lo hicimos en los Juegos Olímpicos del 92, que sí contaron con el trabajo conjunto de todos.

Ha llegado el momento en que el interés general prime sobre el personal, por ello la primera cuestión que deberá abordarse es una profunda reforma de la Administración pública catalana.

Con la aprobación del primer Estatuto de autonomía se pretendió construir una administración de la Generalitat moderna y al servicio de la población, ello duró muy poco, el enchufismo y el afán por colocar a cuantos más cargos mejor, convirtió a la Generalitat en un monstruo de cargos de confianza y personal eventual; y a Convergencia i Unió en una inmensa agencia de colocación, que ha perdurado hasta nuestros días con sus herederos.

Basta mirar el portal de transparencia de la Generalitat, y hacer pequeños cálculos, para darse cuenta de la magnitud del problema que deberá afrontarse, en la actualidad la Generalitat tiene 480 altos cargos y personal directivo de entidades del sector público, y debemos destacar que dicho número solo incluye los altos cargos, y por lo tanto no se incluye a los delegados territoriales de las consejerías, ni otros cargos menores de designación también directa.

Pero sigamos con el análisis de los datos que nos ofrece el portal de transparencia, referentes todos ellos al 2020 ¿saben cuál es el sueldo medio de los altos cargos de la Generalitat? Pues la friolera cifra de 80.058 euros anuales, y repito de sueldo medio.

Y ¿saben cuál es el sueldo medio del personal directivo de entidades del sector público, dicho en otras palabras, de los chiringuitos de la Generalitat? Pues también la friolera cifra de 88.946 euros anuales, y repito de nuevo, de sueldo medio.

Este último apartado merecería su reproducción íntegra ya que encontramos organismos prácticamente sin competencias con sueldos por encima de los 100.000 €.

Para que se hagan una idea del despilfarro, el coste anual solo de los altos cargos de la Generalitat y del personal directivo de las entidades del sector público asciende a casi cuarenta millones de euros (39.645.496 euros).

Pero aún hay más, ¿saben qué Conselleria se lleva la palma en el importe de los sueldos?, pues, como no podía ser de otra manera en un gobierno con una única prioridad, la Conselleria de Acción Exterior, Relaciones Institucionales y Transparencia, computando un nada desdeñable sueldo medio de 82.687 euros anuales; y, al otro lado está la cenicienta del Govern, la Conselleria de Interior con una media de 77.000 euros de sueldo.

Ello nos pone de manifiesto cuáles son las prioridades del gobierno de la Generalitat, son sus intereses y no los de los ciudadanos. Por último, señalar que en los sueldos de los altos cargos de la Generalitat también hay brecha salarial entre hombres y mujeres, la media de los altos cargos hombres es de 83.560 euros, mientras que la de las mujeres son 76.280 euros.

Por ello, para poder reconstruir Cataluña, reforzar los servicios esenciales para los ciudadanos como la sanidad o la educación, y afrontar la grave crisis social y económica, lo primero que deberemos hacer es reconstruir la administración de la Generalitat, convirtiéndola en una administración eficiente al servicio del ciudadano y adelgazarla de altos cargos, en definitiva, eliminar la agencia de colocación en la que se han convertido los partidos que han gobernado Cataluña.

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