Recuerdos de África

Nacionalismo, racismo y superioridad moral eran los componentes principales del cóctel imperial a finales del siglo XIX

23 octubre 2021 09:50 | Actualizado a 23 octubre 2021 09:56
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Mi abuelo participó en las contiendas de Marruecos. A principios del siglo XX el ejército español sustituyó el procedimiento de redención (del servicio militar) en metálico por el de alistamiento obligatorio al cumplir 20 años. En casa se recuerdan historias de la época; el miedo que sentía mi abuelo en las guardias nocturnas en el fuerte del monte Gurugú, cerca de Melilla; o el temor al asalto de los rifeños que acababa en degollaciones. Hasta no hace mucho, en casa se conservaba la bandera del regimiento donde prestó servicio mi abuelo.

Hace poco se cumplió el centenario del Desastre de Annual, donde perecieron 13.000 soldados, en su mayoría españoles, bajo mando del general Silvestre. Fueron masacrados e incluso descuartizados cuando avanzaban en retirada hacia Melilla, tras ser perseguidos por los rifeños, comandados por Abd El Krim, por los barrancos de las cuencas secas del Kebir y del Kert.

La Guerra de Marruecos duró dos décadas (1909 -1927) y fue la última contienda colonial española, ya que el conflicto Ifni-Sáhara (1957-1958) fue de carácter defensivo. En este último conflicto también participó un familiar, cuya experiencia será objeto de otro articulo.

La Guerra de Marruecos empezó tras la derrota en Cuba y fin de un viejo imperio: 1898. Era una época de transformaciones y cambios: tecnológicos, sociales, culturales, económicos, etc. Un eslabón de la historia en que las viejas potencias dejaron paso a nuevas naciones imperiales. Estados Unidos derrotaba a España en Cuba y se convertía en una potencia moribunda a ojos del mundo. La que fue potencia hegemónica pasaba a ser un país encerrado en una Península y unas islas. Después de la Guerra de Independencia de Cuba, al país solo le quedaba las plazas soberanas del norte de África.

Los acuerdos internacionales y el Convenio Hispano-Francés de 1912 asignó al Gobierno de España un minúsculo trozo de sultanato del Norte de Marruecos. Se trataba de un dardo envenenado, de cantos de sirena, de esos que llevan a los barcos al naufragio. Las potencias asignaban a Francia los territorios cercanos a la autoridad del sultanato y por ello menos conflictivos. En cambio el Protectorado español lo formaba un duro y pobre territorio, poblado por gente áspera para los «civilizadores» europeos.

Las ansias imperialistas de España a finales del siglo XIX se explican por la propia visión del mundo que se tenía en ese momento y, también, por los intereses mineros que tenían altos miembros del gobierno y potentados en la zona del Rif (el marqués de Comillas, y otros). Era un periodo de fuerte etnocentrismo: la «civilización» había de extenderse por el mundo de los «bárbaros». Este era el objetivo del hombre blanco europeo, que consistía en colonizar pueblos primitivos. Nacionalismo, racismo y superioridad moral eran los componentes principales del cóctel imperial.

Las potencias en expansión (Francia, Alemania y España) se mostraron sorprendidas ante la oposición indígena y debieron preguntarse: ¿cómo es posible que rechacen la modernidad, la civilización, el progreso? Debió de ser similar a lo que hoy piensan algunos Gobiernos democráticos cuando tratan de llevar las bondades de este régimen político a todos los rincones del mundo y son rechazados (el ejemplo más reciente lo tenemos en Afganistán). ¿Cómo es posible? La respuesta es evidente: resisten ante el invasor y rechazan las señas de identidad de éste. Lo mismo pasó en nuestro país con la invasión francesa. A buen seguro, Napoleón Bonaparte se debió preguntar ¿por qué los españoles rechazan la modernidad liberal que se les ofrece y se aferran al oscuro absolutismo? Los españoles se enfrentaron a los franceses con virulencia, aun cuando estos traían las bondades del liberalismo y de la modernidad. Casi cien años después, los rifeños resistentes a la causa española también se opusieron a las fuerzas civilizadoras que los europeos les llevaban.

La derrota militar de Annual tuvo una gran transcendencia y trajo consecuencias políticas que entroncan con el golpe de Primo de Rivera e, incluso, con el golpe de Estado de 1936 y el estallido de la Guerra Civil. Annual impactó en la conciencia de los españoles. El año de 1921 tuvo una gran importancia para la historia de España. La campañas de Marruecos, que enmarcan el desastre de Annual, fueron acontecimientos claves y se anclaron en la memoria colectiva. No existe una ciudad que no tenga una plaza, una calle, un monumento, etc que aluda a las guerras norteafricanas. En Tarragona mismo, tenemos la calle Guad-El-Jelú, el turó del Gurugú (cerca de Mas Enric), etc. A pesar de ello, muchos ignoran la historia del Protectorado. Quizás porque todavía quedaba por venir lo peor: la Guerra Civil española; brutal conflicto bélico fratricida que, quizás, hizo relativizar las miserias, sufrimientos y muertes de Marruecos.

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