Reforma o ruptura como en la Transición

PP y PSOE esgrimen la evidencia histórica como garantes de la estabilidad

19 mayo 2017 23:43 | Actualizado a 22 mayo 2017 11:28
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A medida que se acercan las sucesivas elecciones que nos aguardan en este 2015 -faltan cuatro meses para las municipales y autonómicas y menos de un año para las generales-, las fuerzas políticas van adaptando su estrategia al entorno y a las perspectivas de futuro que se abren a la luz de las encuestas, que siguen reflejando básicamente un serio descenso del PP y del PSOE y un alza relevante de ‘Podemos’, que sería, según los sondeos, primero o segundo del ránking. Todo ello en un marco aparentemente pluripartidista en que, además de las dos formaciones hegemónicas, apuntarían al alza el mencionado ‘Podemos’ y Ciudadanos, la formación de Albert Rivera que al fin sale de sus confines catalanes y anuncia su presencia en todo el Estado. Paralelamente, perderían fuelle Izquierda Unida, a menos que aprovechando la renovación gneracional y la irrupción de Alberto Garzón se vincule a ‘Podemos’, y UpyD, muy desgastada por su negativa obstinada a aliarse con Ciudadanos, lo que demuestra el particularismo egoísta de sus líderes, celosos de su ascendiente exclusivo sobre la formación que controlan con puño de hierro. Simplificadamente, ‘Podemos’ recogería a los sectores desencantados con el PSOE en tanto Ciudadanos se nutriría de los desafectos al Partido Popular.

Ante este panorama, el principal debate se plantea en términos de renovación-continuidad. ‘Podemos’ ha lanzado claramente la propuesta revisionista de acabar con el régimen del 78 e implementar otro nuevo, sin hipotecas ni ligazones con el pasado, y aunque esta tesis no va a imponerse, su solo enunciado ha actuado como revulsivo y las dos formaciones que se han turnado en el desempeño del poder parecen dispuestas a basar su estrategia en una reivindicación del statu quo, ya que los errores no han de impedir el reconocimiento de un gran éxito colectivo que nos ha traído hasta aquí. El pacto PP-PSOE contra el islamismo radical demuestra que ambas fuerzas siguen defendiendo el interés general.

Llegados a este punto, es lógico que PP y PSOE esgriman la evidencia histórica para presentarse como garantes de la estabilidad, frente a unos recién llegados dispuestos a hacer tabla rasa del pasado y a poner por lo tanto en riesgo todo lo conseguido. La respuesta ciudadana dependerá de cómo vean las muchedumbres los balances y de cómo hagan los análisis de situación. Evidentemente, muchos de los que no tienen nada que perder -que son demasiados: los más de cuatro millones de parados con sus familias y ese más del 20% de personas situadas junto al umbral de pobreza- apostarán probablemente por la ruptura con el pasado, en tanto que quienes deseen preservar un estatus vital -los conservadores en sentido amplio- optarán seguramente por mantener el juego político que nos ha traído hasta aquí. Curiosamente, los términos reforma-ruptura son los que formaron el antagonismo de la Transición, en el que se impuso la reforma.

Todo ello sugiere que tiene sentido el concepto de ‘refundación’, que básicamente debería expresar la necesidad de impulsar el sistema, que aún tiene gran vitalidad y ha rendido frutos innegables, mediante un profundo proceso de modernización que resuelva para siempre el problema de la corrupción insoportable, mejore la representación política y resuelva a gusto de todos el conflicto del encaje territorial de las comunidades diversas. Si prospera esta idea y se afianza en el ideario de los políticos del PP y del PSOE, probablemente el sistema resistirá, ayudado por la presión de la ley de d’Hondt, que limita la influencia de las minorías. En caso contrario, si no hay ni autocrítica ni imaginación, la ruptura no tendrá alternativa.

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