Revocar la fachada

Los salarios subirán en 2015 por primera vez en tres años, pero subirán una birria

19 mayo 2017 23:50 | Actualizado a 20 mayo 2017 21:43
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Para inocentada la que han dado los dioses a los pasajeros de ese avión, conducido por un piloto experimentadísimo, que desapareció en el aire de Indonesia, mucho más arriba del aguacero. ¿No tendrá eso que llamamos Divinidad otra forma de entretenerse que rompiendo sus juguetes? Los seres humanos, en general, duramos poco. Sea por unas cosas o por otras –la guerra, el hambre–, el caso es que damos muy mal resultado y hay que renovarnos al poco tiempo. Casi no nos acostumbramos a ser contemporáneos. Todo es visto y no visto. La Biblia dice que no es prudente vivir más de 70 años, pero su advertencia debiera ser más corta. Lo que no es prudente es vivir, aunque sea una experiencia única. En algo hay que distraerse y algunos habitantes de este pequeño país, en el extrarradio de millones de galaxias, quieren adelantar los calendarios para que no haya que esperar tanto entre unas elecciones y otras para decepcionarse.

Antes de limpiar la casa, que da asco verla, los partidos políticos están revocando las fachadas. Se trata de enlucir el edificio medio vacío o de pintarlo de nuevo de un color más atractivo para encubrir sus numerosos desconchones. De ahí las prisas para simular cambios. Los salarios subirán en 2015 por primera vez en tres años, pero subirán una birria. Un 1%, que siempre es mejor que nada, aunque en esta ocasión sea igual. También los contratos temporales, convertidos en indefinidos, van a crecer, pero con mucha moderación, no sea que haya jóvenes que sigan prefiriendo combatir en Siria por Alá que quedarse en España a la buena de Dios.

Una gran parte del apresuramiento del PP y del PSOE, le corresponde a Podemos. El espumoso cónclave del joven Pablo Iglesias traer locos a los que nos habían tomado por tontos. Ojalá no sea una gaseosa, de esas solo recomendables para experimentos. Incluso los líquidos refrescantes hay que venderlos con receta. Por mucha sed que tengamos queremos leer el programa, o sea, el prospecto.

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