Ricomà, cien días de gestos

Tarragona urge un trabajo eficaz. Hasta ahora no se ha visto en el nuevo alcalde ninguna seña que augure un verdadero vuelco en el estilo de gestión.

 

24 septiembre 2019 18:00 | Actualizado a 24 septiembre 2019 18:14
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Pretender juzgar una acción de gobierno por los primeros cien días de mandato no sólo sería injusto sino incluso temerario. Por ello el análisis de la primera centena de jornadas del alcalde de Tarragona, Pau Ricomà, es un ejercicio rutinario de presión política y mediática en la que se mueve actualmente la gestión pública. Fruto de esta presión, las primeras actuaciones de Ricomà han sido meros gestos de cara a la galería, especialmente la galería del electorado independentista. La pancarta en el balcón principal del Ayuntamiento pidiendo la libertad de los presos, e incluso la retirada del nombre de la concejal fallecida de la Media Maratón de Tarragona, son actuaciones que requieren escaso esfuerzo y sirven para marcar la tendencia ideológica por la que discurrirá el mandato. En la misma línea de gestos fáciles se puede incluir la decisión de suprimir el carro de autoridades de Sant Magí o la de ofrecer el balcón municipal a los ciudadanos para contemplar los castells u otras celebraciones populares. Esta última medida es de un exagerado populismo. Es inviable, por el tiempo y el espacio, repartir este privilegio entre una representación significativa de tarraconenses. No obstante, bienvenidos sean los gestos por la carga de gentileza que desprenden. No hay duda de que el alcalde Ricomà es una persona gentil, un bon Jan, que diríamos en expresión catalana. Ahora bien, donde la ciudad se juega su futuro no es en el carro de Sant Magí ni en el balcón honorario de la Plaça de la Font. Tarragona tiene su asignatura pendiente en la eficacia de gestión y en el impulso económico y social de la ciudad. Tarragona reclama que se la rescate de su amodorramiento. Tarragona urge un trabajo eficaz. Hasta ahora no se ha visto en el nuevo alcalde ninguna seña que augure un verdadero vuelco en el estilo de gestión. Contratar inspectores fiscales y cuestionar el plan urbanístico que costó trece años de aprobar (por cierto también con el voto de ERC), no son indicios esperanzadores. Son sólo cien días, pero el presagio genera muchas dudas. Ojalá no sea así.

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