Salir del estado de excepción

Lo único seguro es que los efectos de la pandemia cesarán cuando haya modo de controlarla

28 julio 2020 10:00 | Actualizado a 09 marzo 2021 19:56
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El fracaso generalizado del método del rastreo del virus, la detección de los infectados y el aislamiento, que solo ha dado resultados en países tecnológica y sanitariamente muy avanzados como Alemania, forzó a la mayoría de los estados a detener la expansión de la pandemia mediante el confinamiento de la población. Una medida aparatosamente incómoda que al principio generó consenso pero que más adelante, a medida que cundía el nerviosismo de la gente, suscitó disensos políticos. Aquí pasamos del apoyo casi unánime al estado de alarma a la anatema al mismo a cargo de las fuerzas opositoras, generando un clima en que el gobierno tuvo que poner en marcha, prematuramente, el desconfinamiento hacia una imprecisa y vaporosa ‘nueva normalidad’. Y en esas estamos. En un principio, se nos insinuó que esa nueva normalidad sería algo así como la vieja normalidad con ciertas restricciones y cautelas, y se mantuvo la tesis de que, de un modo u otro, el proceso epidémico se desarrollaría conforme a la ‘V’ prevista, más o menos dilatada en el tiempo, más o menos tendida la pendiente de salida. Pero hoy, ya es evidente que mientras persista la pandemia en el mundo, con sus flujos y reflujos, con sus brotes aquí y allá, la nueva normalidad será realmente un estado de excepción permanente.

En ese marco de incertidumbre y temor, lo único seguro es que los efectos de la pandemia cesarán cuando haya modo de controlarla, cuando exista una terapia que elimine la letalidad, o cuando se consiga una vacuna eficaz y se superen los obstáculos de una distribución global. Mientras tanto, habrá que meditar qué hacer con las actividades tradicionales incompatibles con la pandemia. ¿Hay que mantener ERTE indefinidos hasta que las viejas actividades vuelvan a ser viables? ¿Hay que efectuar grandes inversiones en tecnología para quedar inmunes a estas nuevas amenazas? Hay que salir, en todo caso, del estado de excepción, pero aún no sabemos cómo porque el simple voluntarismo vale de bien poco ante una amenaza que manifiestamente no se ha conseguido doblegar.

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