Seat Tárraco

La geografía española está sembrada de poblaciones bautizadas por el enemigo

12 junio 2017 09:21 | Actualizado a 12 junio 2017 09:22
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Sin duda, la osadía es una de las virtudes más características de la juventud. Sólo así se entiende, por ejemplo, que un servidor se atreviera a meterse mil kilómetros de carretera entre pecho y espalda un día después de conseguir el carnet de conducir.

En el coche íbamos cinco compañeros de colegio mayor (si no recuerdo mal, Pedro, Chema, Luis, Juanma y yo) y nuestro destino era el Pazo de Mariñán, en La Coruña. En este magnífico edificio se celebraba un encuentro universitario para analizar algún tema sin duda apasionante, pero del que no recuerdo absolutamente nada (sólo conservo en mi memoria las queimadas nocturnas en el jardín). Lamentablemente, a principios de los noventa, la flamante autovía del Cantábrico era sólo un sueño, y atravesar el norte peninsular suponía un viaje agotador que obligaba a descender casi hasta Valladolid.

Recorríamos una modesta carretera del páramo leonés, cerca ya de Astorga, enfrascados en una animada tertulia. De pronto, un rótulo informativo pasó fugazmente ante nosotros y la conversación se detuvo en seco. Medio segundo después, en aquel coche estalló una de las mayores carcajadas corales que soy capaz de recordar. Según aquel cartel, acabábamos de pasar junto a un pueblo llamado… Polladura de Pelayo García. El ataque de risa fue de tal calibre que tuve que reducir la marcha para no acabar en la cuneta.

Lo cierto es que íbamos justos de tiempo y no pudimos detenernos para inspeccionar aquella rareza toponímica. Y nos hubiese gustado hacerlo. Después de todo, las erecciones del tal Pelayo debían tener algo especial para merecer semejante homenaje. Cabía incluso la posibilidad de que los lugareños hubiesen erigido una estatua de aquel tipo en la plaza del pueblo para dejar constancia visual de semejante destreza para la posteridad.

En aquella época Google aún no había nacido, y aquellos cinco universitarios pasamos varios días en Galicia convencidos de que aquel pueblo existía. Una semana después, regresando por la misma carretera, descubrimos la razonable pero decepcionante realidad. Un ingenioso gamberro había modificado el letrero con un poco de pintura blanca, demostrando una habilidad propia de un verdadero miniaturista medieval, para convertir una inexpresiva B en una desternillante L. En realidad, aquel lugar se llamaba Pobladura de Pelayo García.

¿Cómo fue posible que unos amigos, con la cabeza razonablemente amueblada, pudieran creer que un pueblo podía tener semejante denominación oficial? Pues, sencillamente, porque basta echar un vistazo a un mapa para descubrir que la geografía española está sembrada de poblaciones bautizadas por el enemigo. Efectivamente, algunos nombres no transmiten sensaciones especialmente positivas al visitante: pensemos en Guarros (Almería), Alcantarilla (Murcia), Cerdillo y Puercas (ambos en Zamora), Baños de Agua Hedionda (Jaén), o el insuperable Meadero de la Reina (Cádiz). Otros invitan directamente a salir corriendo: Salsipuedes (Córdoba), Los Infiernos (Murcia), Peligros (Granada) o Contamina (Zaragoza). Tampoco se queda corto el género de terror: La Degollada y El Pozo de las Mujeres Muertas (Asturias), Ultramort (Girona) o La Matanza (Alicante). No podían faltar algunas denominaciones subiditas de tono: La Ramera –de Arriba y de Abajo–, Villaviciosa, Bustelfollado o El Pito (en Asturias están que se salen), Valdezorras (Sevilla), o Villapene (un pueblo lucense que, sin duda, debería haberse hermanado con Polladura de Pelayo García de haber existido). También podemos encontrar otros topónimos con significados ciertamente llamativos: Pozal de Gallinas (Valladolid), Venta de Pantalones (Jaén), El Cubo de la Tierra del Vino (Zamora), o Malcocinado (Badajoz). Y, por último, cerramos nuestro muestrario con otras denominaciones indefinibles: Cuzcurrita del Río Tirón (La Rioja), Rodrigatos de Obispalia (León), o Guarromán (el poco aseado superhéroe de Jaén).

Con semejante panorama, no es extraño que Seat se tome muy en serio la elección de los nombres de sus vehículos. Hasta la fecha, del mismo modo que Audi utiliza términos alfanuméricos (A4, Q7, S5…) y Lamborghini denominaciones vinculadas al toreo (Miura, Gallardo, Espada…), la firma española se ha decantado por bautizar sus modelos con nombres de lugares o monumentos locales: Ibiza, Toledo, Alhambra, Córdoba, Arosa, León… Precisamente, la compañía española acaba de iniciar un estudio sobre la posible denominación de un nuevo SUV de siete plazas, y ha decidido pulsar la opinión del gran público para afrontar este reto. Teniendo en cuenta la experiencia ibérica en este tipo de procesos (Chikilicuatre, El Tekila, etc.), la iniciativa podría correr un grave riesgo de ser troleada por los cachondos de turno, una eventualidad que probablemente explique por qué no se podrá votar en esta primera fase, sino sólo proponer sugerencias. Los finalistas seleccionados por la compañía se anunciarán en el próximo Salón del Automóvil de Frankfurt, y en septiembre se celebrará una verdadera votación para elegir al vencedor.

Hay quien sospecha que los responsables de Seat tienen más que decidido el resultado, de modo que sólo nos encontraríamos ante una simple campaña de publicidad para involucrar a clientes potenciales. Como rezaba el eslogan de la marca, ¿autoemoción? Podría ser. En cualquier caso, diversas ciudades han comenzado a movilizarse para conseguir que su nombre sea el elegido, conscientes de la visibilidad exterior que logrará el ganador. Nuestra capital ha aceptado el desafío, con su alcalde a la cabeza, proponiendo que el nuevo vehículo se llame Seat Tarraco. No se trata de una propuesta descabellada, tanto desde el punto de vista material (Tarragona tiene un atractivo indudable) como formal (las denominaciones de los todoterrenos suelen caracterizarse por una fuerte sonoridad). Por si fuera poco, teniendo en cuenta que una de las principales factorías de la firma se encuentra en Martorell, es razonable pensar que por fin podría elegirse una población catalana. No me preocupa la competencia de Palau-solità i Plegamans, pero existen otras poblaciones de nuestro entorno con una marca muy sólida y trabajada. Aun así, tenemos que intentarlo.

danelarzamendi@gmail.com

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