Sin información no hay democracia

Matar al mensajero ha sido históricamente costumbre habitual. Parafraseando el famoso cartel del Far West: «No disparen al periodista».

 

23 octubre 2019 11:00 | Actualizado a 23 octubre 2019 11:11
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Los periodistas no son, o no deberían ser, objeto de la noticia. Sin embargo, en estos días de tensión que vive Catalunya, el colectivo de periodistas ha formado parte colateral de los hechos relevantes que suceden en nuestro país. Y lo ha hecho por motivos lamentables que conviene denunciar, no ya por su propia naturaleza y por lo que afectan al colectivo de periodistas, sino porque también atañen al conjunto de la sociedad. Si los periodistas no pueden llevar a cabo su trabajo, la democracia se ve amenazada en una parte esencial. Durante los días que llevamos de tensión en las calles 65 periodistas han sido víctimas de agresiones provenientes tanto de los manifestantes como de las fuerzas de seguridad, tanto de los Mossos como de la Policía Nacional. El Col·legi de Periodistes de Catalunya hizo público ayer un comunicado, suscrito por más de 80 medios de comunicación, entre ellos el ‘Diari de Tarragona’, en el que se denuncia que dichas agresiones son «absolutamente intolerables. El comunicado, titulado «sin periodismo no hay democracia», recuerda que la mayoría de los informadores agredidos iban perfectamente identificados como tales con el correspondiente chaleco y brazalete naranja. No tiene ninguna justificación que los periodistas se conviertan en objetivo de las cargas, tanto de un lado como del otro. En algunos casos los profesionales han sido increpados y agredidos por manifestantes que expresaban su rechazo hacia determinados medios de comunicación. En ese sentido, el comunicado apunta que «entendemos que puede haber personas molestas por la línea informativa de algunos medios de comunicación. Esta línea no la deciden los profesionales que están en pie de calle cubriendo la realidad. La indignación que puedan sentir no la pueden dirigir contra los trabajadores que cubren los hechos». La queja debe circular por otras vías ajenas al trabajo de trinchera del periodista. Matar al mensajero ha sido históricamente costumbre habitual. Parafraseando el famoso cartel del Far West: «No disparen al periodista».

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