Sobre pandemias y epidemias

A lo largo de la historia Tarragona y su comarca han sufrido diversas. Durante la peste que hubo de 1529 a 1532, el 1 de abril de 1530 falleció en Alcover el arzobispo de Tarragona, Pedro Folch, afectado por la enfermedad

22 abril 2020 06:50 | Actualizado a 23 abril 2020 11:10
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De vez en cuando, la naturaleza azota a la humanidad, imponiendo orden donde no lo hay. La historia se repite en muchas ocasiones.

La medicina, con sus grandes avances, ha elevado notablemente la esperanza de vida, pero, la humanidad, ¿es más feliz hoy que antaño? ¿El sufrimiento humano ha remitido?

No es sorprendente, que de vez en cuando, aparezcan pandemias, aunque a veces llegan de manera inesperada.

La vida es cambio, y también pasa con las enfermedades. La medicina tiene que enfrentarse a este reto que le plantea la naturaleza.

Entendemos por epidemia, la extensión de una enfermedad infecciosa ya existente de forma endémica.

Se entiende por pandemia, cuando la enfermedad se extiende a escala mundial. Hoy en día, nos invade una pandemia, la del Covid-19 que procede de la China. ¿Cuánto tiempo durará? ¿Habrá recrudecimientos? Los médicos no aventuran el porvenir, sólo combaten el presente de la mejor manera que saben, con las experiencias acumuladas de los sucesos pretéritos.

A lo largo de la historia Tarragona y su comarca han sufrido pandemias y epidemias.

El rebrote de 1591-1592 causó muchas muertes en Tarragona y su comarca. Entre mayo y septiembre de 1592 fallecieron más de 700 personas. Según la tradición, la infección remitió cuando la Virgen María se apareció a la pastorcita Isabel Basora, en Reus

Una de las peores calamidades del siglo XVI fue la peste, que con sus ciclos intermitentes asoló los países europeos, causando gran mortalidad. Los que padecían la enfermedad, morían generalmente a los pocos días. La causa era desconocida y no había ningún tratamiento eficaz para combatirla. Sólo se podían tomar medidas preventivas, la mayoría ineficaces o insuficientes. En los núcleos urbanos, se establecían cordones sanitarios para controlar la entrada y salida de los sujetos y objetos sospechosos (el cordón sanitario hoy en día es el domicilio). ¿Ha sido eficaz el control de la gente llegada de los países afectados? ¿Se han tomado las prevenciones necesarias?

Al fallecer, se les sepultaba en fosas profundas, cubiertas de cal y en lugares apartados. Actualmente, al igual que antaño, los cementerios no dan abasto para tanto féretro, ni siquiera lo resuelve la cremación y en algunos países se han empleado otra vez a las fosas comunes sin poder los familiares darles el último adiós. ¿Tendremos que recurrir al ADN? Los médicos intentaban protegerse de la infección mediante vestimentas y máscaras especiales (como ahora).

Durante la peste que hubo de 1529 a 1532, el 1 de abril de 1530 falleció en Alcover el arzobispo de Tarragona, Pedro Folch, afectado por la enfermedad.

El rebrote de los años 1591-1592 causó muchas muertes en Tarragona y su comarca. Entre mayo y septiembre de 1592 fallecieron más de 700 personas. Según la tradición, la infección remitió cuando la Virgen María se apareció a la pastorcita Isabel Basora, en Reus.

Otro recrudecimiento sucedió en los años 1649-1655, falleciendo durante el año 1651 en Valls 460 personas. Fue entonces cuando el barbero cirujano del hospital de La Selva del Camp manifestaba que ya no quería servir más y el Consell tuvo que contratar al médico tarraconense Dr. Falconer.

A finales del verano de 1804 apareció en Málaga un brote epidémico, que se propagó hacia Alicante. El gobernador de Tarragona, para prevenir la enfermedad en la ciudad, ordenó montar un cordón marítimo sanitario desde la playa de la Arrabassada hasta la desembocadura del Francolí. En la orilla del mar, se instalaron unas barracas para resguardar a los vigilantes que, al mando de un capitán, debían evitar todo desembarco y velar por que no entraran personas, ni efectos procedentes de parajes sospechosos. El vocal de Sanidad del Ayuntamiento, Rafael Galli, se encargó de la habitabilidad de dichos barracones pero sus relaciones con el capitán del puerto, Salvador Ortuño, terminaron con enfrentamientos, denuncias y castigos. ¿Pasará igual con los dirigentes actuales? La infección no llegó a Tarragona.

En el siglo XIX invadió España la fiebre amarilla y el cólera o peste azul, esta última llegada en 1833, procedente de Asia, entrando por los puertos de Vigo y Barcelona. Un médico español, Mateo Seoane, exiliado en Londres advirtió a las autoridades médicas españolas de los peligros que conllevaba la infección. Eran los tiempos de Isabel II. Nadie le hizo caso. Más de un millón de personas enfermaron dentro del estado y fueron más de cien mil las que fallecieron. La enfermedad provocó una histeria colectiva que, en julio de 1834, desencadenó la matanza de muchos religiosos, acusados de envenenar las aguas. La pandemia sufrió los últimos latigazos en los años 1854 -1855 y en 1882-1885.

En 1890 y 1918 aparecen las pandemias de gripe provocadas por el virus influenza, afectando la del último año, en nuestro país, a unos ocho millones de habitantes y cerca de trescientos mil fallecidos, por las neumonías que provocaba.

En casi todas las epidemias y pandemias la vida termina con neumonía.

Para triunfar hay que tener en cuenta las condiciones del germen, su virulencia, capacidad para desarrollarse y defenderse, las del individuo, relacionadas con la edad, el estado de nutrición y las inmunodeficiencias. Controlar las fuentes de la infección en los enfermos, los convalecientes y portadores sanos.

Actualmente el Covid-19 ha llegado a Europa cogiendo a los gobiernos desprevenidos. ¿No tienen esos gobiernos embajadas o relaciones diplomáticas con el país asiático? Con los medios de comunicación actuales tan efectivos, ¿no se podía saber en pocos segundos lo que ocurría en aquel país? ¿Minusvaloraban la medicina china? Y qué decir de los recortes sanitarios en los últimos años en nuestra sanidad.

Desde aquí una plegaria para los fallecidos y ánimo para los demás.

*Rafael Albiol Molné es doctor en Medicina y Cirugía y dermatólogo. Ha trabajado 55 años en su consulta de Tarragona. Actualmente está jubilado. Es autor de la tesis doctoral y el libro ‘Pere Virgili’, además de colaborador en libros médicos y de Historia de la Medicina.

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