«Solo me lo quitarán de mis manos frías y muertas»

Afortunadamente los españoles hemos convenido hace tiempo que el uso de la fuerza (y las armas la ponen de manifiesto) corresponde en exclusiva al Estado

09 septiembre 2020 09:20 | Actualizado a 09 septiembre 2020 09:45
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Charlton Heston, el protagonista de Ben-Hur, Los diez Mandamientos o Éxodo, realizó una de sus mejores actuaciones en el año 2003 cuando dio un discurso, llevando en la mano un Winchester de 1866, y volvió a pronunciar una de sus frases más célebres: «solo me lo quitarán de mis manos frías y muertas». Se trataba de la convención anual de la Asociación Nacional del Rifle (NRA) celebrada en Orlando (Florida), de la que se despedía como presidente.

¿Por qué eligió un Winchester?. Quizás porque es un fúsil de repetición que supuso una novedad en el siglo XIX al permitir disparar varias veces sin efectuar una recarga; consagrándose definitivamente en las películas de John Wayne en las que los blancos americanos, gracias a este arma, siempre ganan a los indios por goleada.

Podía haber elegido un fúsil de repetición más moderno como el AR-15 que puede convertirse con facilidad (y legalmente) en un fúsil automático. Hubiera sido una mala elección porque esta fue el arma utilizada en el tiroteo de la escuela secundaria Stoneman Douglas (Florida) el día de San Valentín (14 de febrero de 2018) en la que murieron catorce personas.

En mi opinión Heston tendría que haber elegido para este discurso un arma más antigua. Desde luego un arma que fuera de un solo tiro, que requiriese un tiempo para llenarla de pólvora, meter la bala de acero y amartillarla, como la carabina española de 1752. Así estaría acorde con los tiempos (pasados).

El 15 de diciembre de 1791 se aprobó por el Congreso de los Estados Unidos la Segunda enmienda que se integra en la Carta de derechos de los Estados Unidos (Bill of Rights compuesta por las diez primeras enmiendas a la Constitución de 1787) que decía y sigue diciendo «siendo necesaria una milicia bien ordenada para la seguridad del Estado libre, el derecho del Pueblo a poseer y portar armas no será infringido». Entonces todavía no se había inventado el fúsil de repetición.

La Corte Suprema de los Estados Unidos en el caso de District of Columbia v. Heller (2008) sentenció que la Segunda enmienda «reconoce» un derecho natural a llevar armas de todo ciudadano, derecho que es anterior incluso a la propia constitución y que en consecuencia no emana de ella. Dos años después en el caso Mcdonald v. Chicago (2010) la Corte señala que este derecho no solo es exigible al gobierno federal sino también al de los Estados miembros. En algún momento también ha tenido que aclarar (los juristas siempre buscamos tres pies al gato) que las armas que pueden llevarse no son las contempladas en 1791, cuando se aprueba la enmienda, sino cualquiera actual coma el AR-15, o dicho de otro forma, que es necesario adoptar la Bill of Rights a los tiempos modernos. No obstante, la Corte Suprema también ha precisado que este derecho, como todos, está sujeto a sus límites, lo que requiere ir caso por caso.

La National Rifle Association (NRA) se fundó en Nueva York en 1871 y tiene como finalidad fundamental defender la aplicación en toda su extensión de la Segunda enmienda. Se presenta a si misma como la «organización de derechos civiles más antigua de Estados Unidos». Donald Trump, que es un miembro destacado de la misma, ha dicho recientemente en uno de sus famosos tuits que los miembros de este club son «grandes personas» y «grandes patriotas estadounidenses». Y en la convención anual del año 2018 en la que participó, celebrada en Dallas (Texas), dejó claro que sus miembros defienden las libertades y la bandera y valores de los Estados Unidos.

El número de afiliados y su poder real en Estados Unidos es discutido (algunas cifras hablan de cinco millones). En cualquier caso no hay muchas dudas que recolecta millones de dólares para financiar campañas a favor de las armas, y que, en particular, aportó treinta millones de dólares a la campaña presidencial de Donald Trump. Según Adam Wrinkler, profesor de Derecho de la Universidad de California, el verdadero poder de la NRA se encuentra en que muchas personas en Estados Unidos deciden su voto sobre la base de la defensa del derecho a tener armas (en el sentido que le da el presidente americano).

Para la Asociación, el derecho individual a llevar armas es un medio para defenderse frente a cualquier Estado tiránico, finalidad que está en el origen de la Segunda enmienda, en un contexto histórico de independencia de las colonias americanas frente al Imperio inglés. Para los contrarios a la Asociación, la Segunda enmienda sólo puede explicarse en un mundo en que no existía propiamente un poder central y era necesario defenderse de forma privada.

Para los partidarios de llevar armas, los asesinatos como el de la Escuela de Florida y tantos otros, se deben o a la ineficacia de la policía o a las perturbaciones mentales de los asesinos, y nada tiene que ver con que se permitan las armas, que en cualquier caso sirven siempre para la seguridad de las personas. Para los contrarios, llevar armas incita siempre a la violencia.

Este pasado mes la fiscal general del Estado de Nueva York (de color) ha solicitado la disolución de la NRA por la existencia de un fraude y corrupción de sus cargos directivos. La presidenta actual de la Asociación no ha sacado ningún arma, pero ha dicho que se trata de un ataque contra las libertades individuales de los ciudadanos.

Afortunadamente los españoles hemos convenido hace tiempo que el uso de la fuerza (y las armas la ponen de manifiesto) corresponde en exclusiva al Estado; y que nuestras libertades individuales pueden limitarse mediante la ley en aras del interés general.

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