Tarragona, en una encrucijada histórica

En las últimas elecciones autonómicas de Cataluña, se instrumentalizaron ejemplos de «consensos» de gobierno como elementos de batalla política, metiendo a Tarragona de lleno en la campaña política

22 abril 2021 10:59 | Actualizado a 22 abril 2021 14:25
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Desde la crisis económica de 2008 hasta la fecha, hemos vivido una transformación de la política y de lo político.

En 2011 el 15-M se presentó como respuesta a una crisis de representación política, agudizada por la crisis social y económica. Esta crisis se tradujo en la aparición de nuevas candidaturas como Comunes y Podemos, y reafirmando otras como UPyD (ya disuelta) o Ciudadanos. En 2012, el procès se avivó de forma masiva y, a los pocos años, condicionó fuertemente el crecimiento de la extrema-derecha.

La política se transformó así a demanda de «lo político». La sociedad civil dinamizó en las calles una transformación política, atendiendo a un bloqueo institucional y a un desgaste de la representación político-institucional. Todo ello, era consecuencia de la crisis socioeconómica y la corrupción política del hasta entonces bipartidismo.

Este nuevo escenario se ha ido cristalizando en una polarización tanto del eje de izquierdas y derechas, como en el nacional. Esta nueva realidad política cuestiona los viejos encajes y abre otros de nuevos.

En la Generalitat se asentó uno de los polos, desde 2016, una coalición independentista (espacio convergente con ERC y los apoyos necesarios de la CUP). Esta coalición fraguó una estrategia unilateral para la independencia, y junto con la actitud del gobierno central (PP), provocó una fragmentación social sin precedentes en Cataluña.

Si aterrizamos en Tarragona, contemplamos otros elementos propios de la ciudad. Después de doce años de gobierno del PSC, que terminó con su cúpula investigada por corrupción, la capital del sur encontró su renacer político con un cambio histórico. En 2019 se conformó un gobierno de coalición en minoría, progresista (ERC y En Comú Podem), que despertó la curiosidad de la ciudadanía porque supuso una nueva fórmula que salvaba la polarización social de ese momento. Esta coalición aglutinó sensibilidades de izquierdas, independentistas y no independentistas, y un consenso renovado con la ciudadanía.

En las últimas elecciones autonómicas de Cataluña, se instrumentalizaron ejemplos de «consensos» de gobierno como elementos de batalla política, metiendo a Tarragona de lleno en la campaña política. El candidato d’ERC, Pere Aragonés, utilizó reiteradas veces el ejemplo de Tarragona para trasladarlo a la Generalitat: ERC, ECP, Junts y la CUP. En Tarragona, la gobernabilidad, que no el gobierno, ha estado sustentada mayoritariamente por pactos de gobierno (ERC y ECP) con Junts y la CUP. Pero, el consenso de gobierno, lo sustenta ERC y ECP dentro de un marco específico de la realidad catalana y tarraconense. Esta fórmula es la que aglutina esperanza e ilusión, a pesar de encontrarse en minoría, y ha materializado el cambio que necesitaba la ciudad.

ERC puede seguir mostrando que existe una alternativa de consenso centrada en el abordaje de la crisis o que está absolutamente inmersa en el objetivo independentista totalmente fuera de lugar en una ciudad como Tarragona.

Albert Borràs Rius: Investigador doctoral en geopolítica por la Universidad Carlos III.

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