¿Teletrabajas o eres del equipo A? El equipo B sueña con una casita en el campo y no ir a la oficina

Permítanme ser pesimista. Me temo que todo ese ahorro para el planeta y los empresarios acabará redondeado con otro recorte salarial para los teletrabajadores, que, además, acabarán siendo forzosos

11 junio 2020 07:00 | Actualizado a 11 junio 2020 07:59
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Te despiertas a medias; te levantas de la cama; y te vistes; pero no del todo. ¿Para qué? Porque si te pones la camisa conveniente puedes asistir a una reunión por pantalla con tu equipo y hasta los jefazos en línea… ¡Y tú en pijama! Con pantuflas y los niños correteando, tal vez, por tu oficina casera en la que se oye a lo lejos el eco de un culebrón.

Esa ha sido estos días la jornada laboral de un 40% de los occidentales, el porcentaje de trabajadores del planeta que la Universidad de Stanford, cuna de internet, certifica que han seguido trabajando durante el confinamiento sin salir de casa.

A la mitad de nosotros, los teletrabajadores forzados, según Stanford, se nos ha hecho larguísimo; y la otra mitad, en cambio, sueñan con seguir hablando con el jefe o la jefa en pijama.

Resultamos más productivos si no tenemos nada mejor que hacer que trabajar 

El teletrabajo ya era una tendencia antes de la pandemia pero ahora se ha convertido en una apuesta de futuro.

Porque las empresas pueden ahorrarse con él unos 2.000 euros al año en luz, agua, wifi y comidas. Además, resultamos más productivos si no tenemos nada mejor que hacer que trabajar –también lo demuestran las estadísticas– y más centrados en la faena al no perder el tiempo con charlas de café.

Los investigadores empresariales sólo apuntan dos «peros» a esa orgía de pantuflas, camisetas de dudosa limpieza y batines a rayas con que hoy nos ganamos las habichuelas: la primera es que los empleados que sigan teletrabajando se perderán oportunidades de promoción.

Porque digamos que las chicas y chicos del equipo A prefieren estar donde se toman las decisiones: en las oficinas centrales de un gran edificio en el centro de la ciudad.

El equipo B, en cambio, sueña con ahorrarse escuchar las batallitas del compañero de oficina y disfrutar, tal vez, de una casita en el campo en la que podría vivir si no tuviera que ir a la oficina.

Y el segundo inconveniente del teletrabajo es que aumenta la productividad, pero disminuye la innovación. Al parecer, los expertos apuntan que ese perder el tiempo de las charlas de oficina en realidad permite la confianza necesaria para mejorar las rutinas del trabajo.

El teletrabajo disminuye la innovación. Perder el tiempo de las charlas de oficina permite mejorar las rutinas del trabajo

Así que proponen una nueva combinación que cada uno pacte con su empresa días de teletrabajo y otros de oficina. Así puedes mantener lo mejor de los dos mundos: hablar con el jefe en pijama tres días a la semana y los otros dos comentar el partido del domingo con los colegas o tomarse otro cafetito con la compañera preferida (el matrimonio de oficina sería otro asunto que ha hecho sufrir mucho estos días).

A mí me permitirán ser pesimista, pero me temo que todo ese ahorro para el planeta y los empresarios acabará redondeado con otro recorte salarial para los teletrabajadores, que, además, acabarán siendo forzosos. Lo iba pensando yo estos días cuando antes de cerrar esta «Mirada» a vuelapluma me he topado con un titular de los que te hacen quitarte el pijama rápido.

Y es que un poderoso banco holandés con intereses en España ha decidido enviar a casa, velis nolis, a 1.600 empleados para que teletrabajen desde ella, eso sí –no hay despidos– pero con el sueldo también redimensionado a la medida de su pisito.

Porque lo que no dicen en Stanford es que cuando los trabajadores dejan de verse también pierden la fuerza de solidarizarse. Y es muy difícil ejercer su presión por pantalla. ¿O también veremos huelgas por zoom?

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