Theresa May a cara o cruz

Mucha tela que cortar.Todos dan por muerta políticamente a la ‘premier’ británica pero el desenlace a fecha de hoy es imprevisible. May ha demostrado que soporta bien la presión y que es paciente para llegar a acuerdos 

16 noviembre 2018 19:18 | Actualizado a 06 febrero 2019 17:52
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El acuerdo no deja contento a nadie, ni a los brexiters duros, ni a los blandos, y tampoco a los que quieren quedarse en la UE. Y quizás por ello, porque nadie gana por goleada, sea el mejor acuerdo possible.

Dimisiones en el Gobierno. Amenazas de dimisión. Amagos de moción de confianza para cambiar de liderazgo. Portadas de periódicos apocalípticas sobre su futuro político.

Este es el escenario que afronta Theresa May, la premier británica, desde que presentara el miércoles su propuesta de acuerdo con la Unión Europea para hacer efectivo el Brexit, derivado del referéndum de 2016 en el que los británicos decidieron –por un estrecho margen– soltar amarras y romper con su pertenencia a las instituciones comunitarias.

May tiene complicado que el Parlamento británico avale su propuesta de cómo debe desarrollarse la salida del Reino Unido de la UE. Todo el mundo tiene alicientes para asesinarla políticamente.

Los brexiters duros de su propio partido, cuyo máximos exponentes son Jacob Rees-Moog y Boris Johnson, porque consideran que el acuerdo es una capitulación británica ante la UE. Los brexiters suaves, también de su formación política, como Max Johnson (hermano de Boris) porque consideran que el acuerdo debilita al país.

Los laboristas de Jeremy Corbin –a pesar de que él es un euroescéptico y de que una parte importante del electorado de izquierdas también quiere salir de la UE y así lo hizo saber en el referéndum– porque tienen una oportunidad de seguir golpeando en el hígado de los conservadores con la vista puesta en unas hipotéticas elecciones anticipadas.

Y el Democratic Unionist Party (DUP) –con sus diez diputados imprescindibles para la singladura del Gobierno de Teresa May desde que los conservadores perdieran la mayoría absoluta–, porque ni tan siquiera quiere oír hablar de la mínima posibilidad de que Irlanda del Norte tenga el más mínimo elemento diferenciador tras el Brexit respecto al resto de territorios del Reino Unido. 

Vistas así las cosas, ¿podemos apostar que Teresa May va a perder la votación cuando el acuerdo deba ratificarse en el Parlamento británico? ¿Debemos darla ya por muerta políticamente? Ni por asomo. Aún hay mucha tela que cortar y puede pasar cualquier cosa.

Buen trato en el fondo

En primer lugar, Teresa May ha demostrado que soporta bien la presión y que es paciente para llegar a acuerdos y mantenerlos.  Los dos últimos años ha lidiado con una situación complicadísima, ante la UE y ante su propio partido principalmente, y ha conseguido llegar a la meta volante que supone alcanzar un acuerdo con la UE que ahora está en la mano de los británicos ratificar. No era fácil.

En segundo lugar, mucho más importante, porque digan lo que digan unos y otros, todos los que quieren matar a Teresa May, son conscientes de que en el fondo el acuerdo entre el Reino Unido y la UE es un buen trato. No es el mejor para ninguna de las partes, sin duda; y quizás por ello es un buen acuerdo para todas.

Hay concesiones en ambos lados del Canal de la Mancha y permite al Gobierno británico dar cumplimiento a lo que votaron sus ciudadanos en el referéndum del Brexit, y, al mismo tiempo, no pagar un precio demasiado alto por ello.

Y tercero, porque tanto los conservadores que quisieran cambiar ya mismo a Teresa May, como los laboristas que desearían poder alcanzar el gobierno ganando a los torys en las próximas elecciones, pueden entender que les sale más a cuenta que el muerto del Brexit lo zanje Theresa May, aunque sea malamente, que no seguir lidiando con este tema también en el futuro pero ya desde la responsabilidad de tenerlo que afrontar en primera persona. Dicho de otro modo, que sea Theresa May la que ponga punto final a la mala novela del Brexit y deje el camino despejado para los aspirantes del futuro.

Puede pasar de todo. Pero ningún escenario va a ser objetivamente mejor que el actual para los británicos. Es cierto que no se trata de un Brexit total y absoluto. Pero es cierto también que significa que el Reino Unido se marcha, aunque no del todo, de Unión Europea. Dada la poca diferencia entre unos y otros con la que se solventó el referéndum, no es descabellado pensar que un acuerdo de estas características, que no deja satisfecho a nadie, sea en puridad la mejor manera de dar cumplimiento a aquello que los británicos votaron.

Puede que Teresa May haya gastado todas sus vidas políticas, que el acuerdo sea tumbado y que el Reino Unido siga navegando por las aguas de la incertidumbre rumbo a unas elecciones generales. O puede que no. Quizás a pesar de todo lo que oirán y leerán, a la hora de la verdad se imponga el sentido común y May demuestre una vez más que la política no se grita, se hace.

 

Josep Martí es ‘calero’, es decir, de L’Ametlla de Mar. Es empresario y periodista. Actualmente está en Londres analizando el Brexit. En breve publicará: ‘Fuck you Europe!’

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