Tiempo de adviento

La felicidad no la da el dinero ni una ínfima semana de diversión, la da nuestro yo interior

19 mayo 2017 23:58 | Actualizado a 20 mayo 2017 21:37
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Adviento significa tiempo litúrgico de preparación a la Navidad. Empezó a celebrarse en España y las Galias en el siglo IV, y en Roma en la segunda mitad del siglo VI.

Este tiempo tiene una duración variable (cinco semanas según el sacramentario gregoriano, seis según las Capitulares de Carlomagno) y quedó reducido finalmente a cuatro semanas y empieza el primer domingo después del 26 de noviembre.

Se utilizan vestimentas moradas, porque en un tiempo se consideró el mismo tratamiento de la cuaresma con penitencia y austeridad en la comida llegando a ayunar.

En oriente la liturgia bizantina no le da tanto relieve y solo conmemora a todos los santos el domingo anterior a la Navidad. En el rito siriaco se nombra a las semanas anteriores a la Navidad como semanas de la Anunciación.

Pero ahora en el tiempo actual, en España con crisis económica aún no superada, con noticias en todos los informativos, de muertes por violencia de género, con secuestros, con persecución de cristianos en Pakistán, con rencores en la clase política que no olvidan el pasado, con sufrimiento de las víctimas del terrorismo por la justicia aplicada a terroristas, por sufrimiento de muchas personas empobrecidas por el abuso de unos pocos corruptos, por familias en paro, niños desnutridos etc., los cristianos tenemos este tiempo de espera, este tiempo de alegría por la venida del Señor, que nos trae el mensaje de esperanza en un Dios salvador que vendrá para darnos un mundo mejor.

En este periodo, con las lecturas del profeta Isaías y el evangelio de Lucas se nos llama a velar, a la conversión mediante la mención de Juan Bautista, a consolar a los demás, a recibir a Jesús con alegría. Aunque este tiempo marca estos consejos, en realidad Jesús siempre está presente en nosotros, pero a veces no queremos oír su voz, no le acogemos porque adaptamos nuestras conciencias a lo que nos conviene, y nos acordamos de él sólo para pedirle ante dificultades.

En estos días, tanto los pobres como los ricos y poderosos pueden acogerse a Jesús, hacer examen interior y ver la realidad. Por mucho que nos hagan creer algunos en que Dios no existe, en que la iglesia va contra las libertades, en su más profundo interior saben que no es así, pero se lleva.

No hace falta pertenecer al cristianismo para saber lo que se hace mal y bien, y por ello todos debemos cooperar para ayudar de corazón al de al lado más necesitado, para ponernos un listón en nuestros vicios y tratar de dominarnos.

En este tiempo la publicidad de los comercios, radios, televisiones nos hace caer en un consumismo extremo, nos dan la felicidad momentánea por comprar regalos, comer de todo lo mejor, tirar la casa por la ventana a cambio de unas horas de felicidad humana que se pasa en unos días.

Todo esto no es malo, pero la verdadera felicidad está en hemos sido honrados, hemos sido justos con los empleados, estamos enfadados con familiares y vecinos, hemos robado, hemos subido un puesto fastidiando a otro con comentarios injustos.

La felicidad no la da el dinero ni una ínfima semana de diversión, la da nuestro yo interior de estar verdaderamente satisfechos de nosotros.

No hace falta creer, Dios está con todos, siempre busca a la oveja perdida, todos en un momento somos hijos pródigos, y necesitamos el perdón y el que nos acojan. Lo seguro está en Él y su mensaje.

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