«Tolerancia cero» con los curas pederastas

No puede ser que la actuación de una minoría de desaprensivos empañe la labor de miles de clérigos admirables

 

06 febrero 2019 19:50 | Actualizado a 06 febrero 2019 19:53
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N o hay resquicio para la menor duda. Las palabras siguientes son del papa Francisco: «Deseo compartir con ustedes el profundo dolor que siento en el alma por la situación de los niños abusados. El escándalo del abuso sexual es verdaderamente una ruina terrible para toda la humanidad. También para la Iglesia ha sido una experiencia muy dolorosa. Sentimos vergüenza por los abusos cometidos por ministros sagrados, que deberían ser los más dignos de confianza». El pontífice ha expresado con vehemencia su intención de romper con el pasado, cuando se protegía a los autores de los crímenes y se silenciaba el delito. Por eso ha asegurado en diversas ocasiones que contra los abusos sexuales a menores se aplicará el principio de «tolerancia cero». La Iglesia «ha llegado tarde» en este empeño, como ha reconocido el propio Papa. Tarde para asumir responsabilidades y tomar conciencia de la gravedad del problema. «La antigua práctica de transferir a la gente ha adormecido las conciencias», dijo el pontífice ante los miembros de la Pontificia Comisión para la tutela de los menores. «Y cuando la conciencia llega tarde, también los medios para resolver el problema llegan tarde». El problema ha salpicado ahora diversas instituciones eclesiásticas de Catalunya, entre ellas el Arzobispado de Tarragona. El arzobispo Jaume Pujol, en una entrevista con el Diari, ha anunciado la activación de todos los protocolos establecidos por el Papa para la lucha contra los abusos. Como reconoció el propio Bergoglio, «todavía queda mucho por hacer con el fin de promover la responsabilidad de las Iglesias en la protección de todos los menores y los adultos vulnerables». La doctrina establecida por el sumo pontífice debe cerrar de una vez por todas la política de encubrir las miserias que ha guiado a los estamentos eclesiásticos históricamente. La propia Iglesia es la primera interesada, porque no puede ser que la actuación de una minoría de desaprensivos empañe la labor vocacional de miles de clérigos cuyo sacrificio y dedicación son encomiables.

 

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