Totes les cartes del dia

19 mayo 2017 16:11 | Actualizado a 24 diciembre 2019 23:30
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Salarios vergonzantes y antidemocráticos

El gran motor de la economía ha movido siempre sus mecanismos gracias a la gran mayoría de la sociedad. Ahora está en peligro su funcionamiento debido al empobrecimiento de los que lo impulsan y lo hacen imparable.

Los motivos y causas son los salarios vergonzantes e indecentes que cobra el trabajador. Hay que recordárselo a la patronal, gobierno y empresariado que son los causantes de esta desesperante situación nacida de la sinrazón.

 

María Josefa Delgado Cordón

(Torredembarra)

El origen de la herradura (leyenda)

Fueron los griegos los que introdujeron el simbolismo de la ‘herradura de la buena suerte’ en la cultura occidental hacia el siglo IV.

La tradición anglosajona atribuye este hecho a san Dunstan (925-988), un herrero de profesión que llegaría a ser arzobispo de Canterbury en 959. Según un relato legendario, este herrero recibió la visita de un hombre al cual le pidió unas herraduras para sus extraños pies, que parecían pezuñas.

Dunstan reconoció en él a Satanás y le dijo que para atender a su petición le habría de encadenar a la pared, el cliente accedió. Con este engaño el herrero consiguió realizar su labor causando tales dolores al diablo que este le pidió misericordia.

Dunstan se apiadó, pero le hizo jurar antes de soltarlo que nunca entraría en una casa en cuya puerta viera colgada una herradura. Desde la difusión de esta leyenda, aproximadamente en el siglo X, no faltaron las herraduras de la suerte colgadas en las puertas de las casas de los cristianos, cumpliendo la función de talismán y picaporte.

Según cuentan los cronistas, el almirante Nelson era muy supersticioso, y antes de entablar la batalla de Trafalgar hizo clavar una herradura en su nave almirante Victory. A él no le benefició la herradura, ya que murió en la batalla, pero sí a Inglaterra.

 

Francisco Ortiz de Pinedo

Mendiluce

(Tarragona)

Un exemple de fills ben educats

Esmorzant en una cafeteria, he assistit a un fet actualment gens habitual, com és contemplar una mare jove i el seu fill d’uns 7 anys repassant en veu baixa els deures abans d’entrar a l’escola. Parlaven sense necessitat de cridar, com sí que fan molts adults que estant a prop entre ells criden com si es trobessin a quilòmetres de distància.

L’escena de la mare amb el nen dialogant i en veu baixa i aquest obrint la porta a la mare a la sortida de la cafeteria, malauradament ha esdevingut insòlit i alhora fascinant a dia d’avui, puix que el que ara observem són criatures de curta edat amb el mòbil a la mà concentrats en algun joc o enviant ‘watsaps’. Malgrat tot, encara hi ha ingenus que diuen que el comportament dels fills no es conseqüència del que els ensenyen els pares.

 

Antoni Vilanova Casals

(Barcelona)

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