El pacto PP-Ciudadanos, que tantas esperanzas ha creado entre los pocos que aún las tienen, se ve obligado a establecer fronteras. Ya que no puede contener el número de corruptos, desea acotar las causas de dimisión por robo a mano desarmada. Únicamente se apartará del panal de rica miel a los imputados por casos de «enriquecimiento personal o financiación ilegal». O sea, a todos menos a los que se hayan hecho ricos inventando el chupa-chus o la fregona. Ahora nos cuentan que los bancos, que son las catedrales del capitalismo, experimentan una bajada de los márgenes crediticios y tienen problemas de estabilidad financiera. No consiguen darnos lástima. Bertolt Brecht decía que sólo hay una cosa peor que atracar un banco: fundar un banco. ¿Qué tienen esos pétreos lugares para acumular tantos adoradores y tantos detractores dispuestos a hacer temporalmente las paces? Un cómico norteamericano, que por cierto a mi no me hizo nunca gracia, Bob Hope, los definió muy bien. Decía que son lugares donde siempre te prestarán dinero si puedes demostrar que no lo necesitas. Otro, que algo debía saber del asunto, como su nombre indica, Rothschild, estaba convencido de que un buen banquero es un hombre que presta a otro hombre el dinero de un tercero. ¿Por qué nos meten en líos a los demás? Ahora somos lo que menos tratamos con el quienes tenemos que salvarlos.
Para que hagamos un esfuerzo mayor nos cuentan que la banca española es una de las más sólidas del mundo, pero si deseamos mantener ese puesto en el podio olímpico de la pasta habrá que reformar cosas, si no todas. En lo que va de año los grandes bancos han cerrado 741 oficinas. Hay menos sucursales y, sobre todo, menos plantilla, lo que equivale a más parados. El problema no es encontrar buenas condiciones para obtener un crédito, de esos que dicen que hay, sino para que reciban a los pedigueños. A veces, la entrada está por el portal.