Tristeza en el día de la madre

A todos nos queda el dolor de la impotencia por la muerte de Blanca

19 mayo 2017 19:29 | Actualizado a 21 mayo 2017 17:13
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El pasado domingo, primer domingo de mayo, como siempre se celebró el día de la madre. No me cabe en el pensamiento, como madre que soy y de lo que me siento muy orgullosa, pensar en los hijos de nuestra querida Blanca.

Alguien se cruzó en su camino y decidió acabar con su vida, sin darse cuenta que con ella, también truncaba la vida de dos menores de corta edad, arrebatándoles de forma inesperada, repentina y brusca, a una de las figuras más preciadas y necesarias de su vida, su madre.

Como muy bien dijo nuestro querido Paco Zapater, Blanca podría haber sido cualquiera de nosotros, sin comprender como personas con estos antecedentes puedan seguir en la calle provocando dolor y angustia.

Me planteo cómo se encuentran esos pequeños a quien les han arrebato a su madre. Su dolor es inmenso. En estos momentos aún no son capaces de afrontar la cruda realidad, ya que la mente, sabia en algunas situaciones, crea una defensa frente al dolor desgarrador que provoca situaciones como la vivida. Será el paso del tiempo lo que les dejará asumir, aunque no comprender, la ausencia de su madre.

A todos nosotros nos queda el dolor de la impotencia, nos preguntamos cómo siguen ocurriendo situaciones dantescas de este tipo.

El placer de ser madre es infinito, cada día que pasa te das cuenta de que los hijos es la joya más preciada que tienes a tu alrededor, que dependen de ti y que muchas veces no estamos a la altura que deberíamos estar .

No tuve la suerte de conocer a Blanca directamente aunque creo haber oído hablar de ella dado que compartimos la misma profesión. Ella se dedicó a ayudar a los jóvenes para afrontar situaciones y vivencias personales, con el ánimo y la ilusión de que se convirtieran en personas de buen sentir.

Ser madre no es un trabajo, no es un esfuerzo. Ser madre es vivir el día a día de nuestros hijos, ayudarles a seguir en su aprendizaje, a luchar por su libertad, seguridad, autoconfianza y personalidad.

Es estar en su camino para darles la mano cuando la necesitan pero soltarla cuando ya pueden caminar solos. Es alegrarte por sus progresos, angustiarte cuando sufren, inquietarte cuando toman sus decisiones, sufrir cuando ellos sufren, y ser feliz cuando ellos lo son. Es dejarles volar cuando les toca.

Ser madre no es nada del otro mundo, ¡no es necesario ponernos una medalla!, sencillamente es estar ahí, en cada momento, en cada situación, en cada peldaño de su vida, en su dolor y en su alegría, en su fracaso y en sus logros, estar ahí, independientemente de la edad, el momento de su vida. ¡Ser madre es para toda la vida!

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