Puesto que el capitalismo exprime la curiosidad, está en pleno crecimiento el turismo que pasea a los curiosos por lugares relacionados con la muerte, desde Chernóbil hasta las largas vitrinas de Camboya con cráneos de asesinados por Pol Pot.
Mi antigua visión del tema fue la Cámara de los Horrores, una de las salas del Museo de Cera de Marie Tussauds en Londres. La escultora francesa ofreció un muestrario de guillotinados por la Revolución y de víctimas de crímenes monstruosos.
Se justifica por interés histórico que alguien quiera visitar Hiroshima o Coventry, reflexionar en las playas de Normandía o rezar en Auschwitz, pero como ser humano, no como turista frívolo que piensa en las selfies más que en los muertos. No son un espectáculo divertido.