Último tropiezo

Ya han sido muchas las decepciones que hemos sufrido en el dilatado desarrollo de este proyecto, pero no podemos bajar los brazos. No nos lo podemos permitir, y ahora menos que nunca

01 octubre 2020 07:50 | Actualizado a 01 octubre 2020 08:00
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La puesta en marcha de un macrocomplejo de ocio en los terrenos anexos a PortAventura se ha convertido en un culebrón que parece no tener fin. En unos pocos años, el proyecto ha pasado de la turbia propuesta de Sheldon Adelson (Las Vegas Sands), a la apuesta de Hard Rock (un grupo controlado por los indios seminolas de Florida), pasando por los planes de Veremonte (propiedad del inversor inmobiliario Enrique Bañuelos). A pesar de las numerosas complicaciones que se han sucedido en este parto de los montes, parecía que la última versión de BCN World apuntaba maneras, aunque con una fórmula que levantaba ciertas suspicacias: CriteriaCaixa, la rama de inversión de CaixaBank, vendía los terrenos a Incasòl (que operaría como intermediario) y este organismo público haría lo propio con Hard Rock, aunque esta firma sólo abonaría por adelantado un 20% del precio total (obligando a la Generalitat a adelantar 96 de los 120 millones del coste de la operación).

Al margen de la inquietud social que suele rodear cualquier proyecto vinculado al sector de los casinos, la localización y los usos de estos terrenos también habían generado ciertos recelos desde la perspectiva de la sostenibilidad y la seguridad, que fueron puestos sobre la mesa por la plataforma Aturem BCN World y la entidad ecologista GEPEC (Grup d’Estudi i Protecció dels Escosistemes Catalans). De hecho, el propio plan urbanístico que sustentaba el proyecto reconocía implícitamente estas dudas, al imponer una serie de restricciones funcionales en las zonas libres de este espacio privilegiado: prohibición de organizar acontecimientos masivos, peculiares limitaciones de acceso a colectivos concretos, imposibilidad de realizar actividades deportivas, etc.

Finalmente, la sala contencioso-administrativa del TSJC ha decidido anular parcialmente el plan urbanístico aprobado en 2016 por el Departament de Territori de la Generalitat, en respuesta al recurso promovido por las organizaciones ecologistas hace tres años. Concretamente, los magistrados ponentes Manuel Tabóas, Isabel Fernández y Héctor García tumban en un fallo de 67 páginas la normativa referida al Sector 1, donde se ubica el núcleo del proyecto.

El momento crítico que vive actualmente nuestro turismo debería obligarnos a realizar un esfuerzo por reconstruir la propuesta de macrocomplejo de ocio en los terrenos anexos a PortAventura de forma urgente, realista y rigurosa

Según el tribunal, las áreas de esparcimiento incluidas en esta zona deberían «tener las características adecuadas para garantizar su disfrute colectivo», para así responder «en condiciones de seguridad» a las «necesidades de recreo, tiempo libre, ocio y deporte» de los visitantes. Sin embargo, el TSJC considera que estos requerimientos no se cumplen «como consecuencia de la inadecuada ubicación de buena parte del suelo mencionado en una zona de riesgo de accidentes graves, provenientes de la industria química». Asimismo, el texto sostiene que las «dudosas» restricciones preventivas son de «difícil aplicación práctica», y crean «una especie de régimen de excepción permanente».

Efectivamente, el actual proyecto de BCN World contaba con una extensión de un millón de metros cuadrados, que albergaban equipamientos hoteleros (425.000), áreas de juego (30.000), zonas comerciales (50.000), actividades de ocio (120.000), parking (120.000), etc. Estas magnitudes, según el tribunal, invitaban a presuponer «un movimiento y presencia importante de personas en los espacios libres, máxime si tenemos presente que este movimiento podría verse incrementado por la presencia de visitantes de áreas más o menos próximas», lo que podría desembocar en «un número considerable de personas con la posibilidad de coincidir en un paraje en situación de riesgo».

La trascendencia de la proximidad con el polígono químico podría haber sido minimizada en otras circunstancias, pero la confluencia de diversos incidentes durante el último año (fuga de amoniaco en Carburos Metálicos, incendios en Miasa y Clariant, explosión de Iqoxe) impide acusar al tribunal de exagerar la amenaza.

El Camp de Tarragona constituye un complejo sistema de relaciones entre poblaciones, sectores, empresas e individuos que interactúan constantemente entre sí, en algunas ocasiones favoreciendo sinergias indudablemente positivas, y en otras provocando exactamente lo contrario. Nuestra realidad actual es la que es, para bien y para mal.

Aunque el tribunal anula sólo parcialmente el plan director urbanístico de reordenación del centro recreativo de Vila-Seca y Salou, esta resolución impacta de lleno en la zona esencial del proyecto BCN World, y pone en cuestión un acuerdo a tres bandas que ya preveía cláusulas de anulación si la operación era vetada judicialmente. Aun así, la Generalitat no tira la toalla. Ya ha anunciado un recurso de casación ante el Tribunal Supremo contra la resolución del TSJC, y ayer mismo prorrogó hasta el 15 de diciembre el plazo para firmar la compraventa de los terrenos, que expiraba el próximo 5 de octubre. Como es lógico, las autoridades de los municipios afectados no han tardado en mostrar su preocupación ante la posibilidad de que el macroproyecto quede definitivamente comprometido tras la sentencia.

En principio, son tres los escenarios que se abren ante nosotros de cara al futuro próximo: por un lado, cabe plantear un rediseño del proyecto y la normativa que lo sustenta, subsanando aquellos aspectos que necesiten ser revisados; en segundo lugar, es posible llegar a la conclusión de que debe replantearse la propuesta prácticamente desde cero, atendiendo a las especificidades del entorno; y, por último, cabe entender que dichas peculiaridades obligan a meter el asunto en un cajón sine die.

El momento crítico que vive actualmente nuestro turismo debería obligarnos a realizar un esfuerzo por reconstruir la propuesta de forma urgente, realista y rigurosa, para poder aprovechar estos terrenos estratégicos como motor económico y laboral de la Costa Daurada. Ya han sido muchas las decepciones que hemos sufrido en el dilatado desarrollo de este proyecto, pero no podemos bajar los brazos. No nos lo podemos permitir, y ahora menos que nunca.

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