Un Estado de derecho pandémico

19 octubre 2020 08:10 | Actualizado a 19 octubre 2020 08:43
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El Estado de derecho español se puede decir que es un estado pandémico, pero más que por razones jurídicas en que, por cierto, convendría también modificar algunas normas para que tengan un aire un poco más europeo, por razones políticas y sanitarias.

Si nos atenemos a las razones políticas conviene decir que, la pandemia del Estado de derecho proviene de las constantes interpretaciones de las leyes, hechas por cada uno y a su gusto, de algunas clases dirigentes políticas estatales o regionales, acompañadas, porque no decirlo, de profesionales que les asesoran, incluso del mundo del derecho. Pero con la curiosa particularidad de que todos ellos o casi todos perciben sus retribuciones del Estado de derecho aunque intenten volverlo pandémico. Fuera de los que perciben, de una u otra forma, sus retribuciones de los presupuestos públicos, si se fijan atentamente, encontrarán pocos.

Ello quiere decir que la pandemia se produce más bien desde dentro que desde fuera, que sería lo normal, porque lo normal es que el virus venga desde fuera. Pero aquí no, el virus se crea y se potencia dentro.

Y esta pandemia consiste, en unos casos, en querer hacer decir a las leyes lo que no dicen, forzando su interpretación hasta unos límites poco creíbles. En otros casos, deslegitimándolas sino convienen a ciertos directores políticos y a sus ideólogos del momento. En estos casos se busca la pandemia para no hacer el trabajo de derogarlas o cambiarlas siguiendo los procedimientos establecidos precisamente en el Estado de derecho. Y en otros casos cubriendo la ley que no conviene con otra ley, también vigente, pero que no puede suplirla en realidad, aunque guste más a los que la invocan.

Es decir, que se produce todo un entramado pandémico, político-jurídico de difícil comprensión que, además, es más político que jurídico y que cuando no les funciona irrita sobremanera a sus promotores, irritación que trasladan a sus seguidores, dando siempre a entender que solamente su interpretación es la correcta.

Incluso hay algún grupo político que habla abiertamente de confrontación inteligente con el Estado y por lo tanto, se supone, y tal como viene sucediendo, que en un momento u otro se encontrarán con el Estado de derecho. En este caso especial y peculiar lo primero que se debe tener en cuenta es que para una confrontación inteligente debe ser necesario ser inteligente. Y en segundo lugar que para ello y tal como se decía antes convendría, si se puede, cambiar antes las leyes, no sea que nos encontremos con los mismos problemas jurídicos y que acaben mal como se ha visto desgraciadamente en el pasado. Porque el Estado de derecho actual se ve que sufre una pandemia pero no parece que esté en un grupo de riesgo sino más bien con síntomas leves e incluso en algunos sectores está asintomático. Pero donde se puede apreciar con más claridad en estos momentos todas estas cuestiones es precisamente con la Covid-19. En este caso resulta curioso observar las semejanzas en la crítica hacia el gobierno central por parte de algunas comunidades autónomas, pero sobre todo por la de Madrid y en su momento por la Generalitat. Todo lo que hace en Madrid el gobierno español está mal lo mismo que en la primera parte de la pandemia decía la Generalitat. Pero con una curiosidad francamente interesante y es que mientras en Catalunya se dice que la culpa es de Madrid, en cambio la Comunidad de Madrid no puede decir también que la culpa es de Madrid.

Pero ironías a parte, la gestión de la pandemia allí ha dejado mucho que desear desde el primer momento y hasta ahora. Ya que por ejemplo toda España ya llevaba mascarillas y en Madrid no lo consideraban todavía necesario. Pero desde el punto de vista del Estado de derecho pandémico lo que nos interesa ahora es la espectacularmente errónea interpretación jurídica que hace poco hizo el Ministerio de Sanidad, estableciendo limitaciones de derechos fundamentales simplemente mediante una orden ministerial, que cualquier alumno de primero de Derecho sabe que está en el último escalón normativo . Y que lógicamente el TSJ de Madrid no pudo avalar y así se dio paso al polémico estado de alarma.

El problema para el Estado de derecho pandémico es que en estos momentos el protagonismo lo tienen unos ideólogos que podríamos denominar de despacho público, por su retribuciones públicas de una u otra forma ya sean españolas o europeas. Y estos ideólogos de despacho público son más peligrosos que los de salón, que serían más bien los tertulianos. Y lo son porque hacen lo fácil pero, en cambio, son incapaces de conseguir los medios adecuados para llevar sus ideas a la práctica. Porque no saben gestionar la cosa pública y las ideas, que evidentemente mueven a los que se las creen, personas muy respetables como es lógico, pero no tienen base práctica para conseguir los objetivos que dibujan dichas ideas.

Ha muerto Popocho. Sí ha muerto Popocho el «clown» donostiarra de Javier Gurruchaga en la Orquestra Mondragón, su actor mudo. Que nos hizo disfrutar a partir de los años setenta y que tuve la suerte de ver en una actuación en Reus. De baja estatura y poco peso Popocho, Pedro Ayestarán, se movía con agilidad por todo el escenario y si era preciso vestido de majoret y con un bombo que pesaba más que él. Y Gurruchaga arrancaba el concierto a todo ritmo con: «Viaje con nosotros si quiere gozar. Viaje con nosotros … y disfrute de las hermosas historias que les vamos a contar. Serán suyos Marlène y Tarzán. Quien compra nuestro billete compra la felicidad». Buen viaje Popocho con la Orquestra Mondragón. Él, que vivió la transición de los años setenta, tal vez no haya querido vivir una posible segunda transición de ideólogos de despacho, sin gestión pública, en realidad llevan años sin saber aprobar presupuestos públicos, y sí sólo de gestos y palabras. Y que parece que quieren conducirnos a una nueva transición, pero tal vez sea a una transición hacia la nada. Adiós Popocho. Hasta siempre Pedro Ayestarán.

Ponç Mascaró Forcada: Doctor en Derecho. Trabajó durante más de treinta años en el Ayuntamiento de Tarragona, donde fue secretario general con los tres alcaldes de la democracia. Ha recibido numerosos reconocimientos por su labor.

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