El sábado se cumplió un año de las protestas de los ‘chalecos amarillos’ en Francia. El movimiento comenzó como reacción a la subida de precios del diésel, que Macron acabó retirando, aunque después se extendió a otras reivindicaciones. Se definió como transversal, espontáneo y sin portavoces oficiales. Las convocatorias fueron por redes sociales, más que por los sindicatos.
Las protestas, con cortes de carreteras, incendio de coches y muchos daños materiales, se han concentrado siempre en sábado. La cosa ha ido a menos en el transcurso de los meses, pero en un año deja un balance de 1.742 policías y 2.448 manifestantes heridos, de los cuales 22 han perdido un ojo. El número de condenados asciende a 3.100, y de ellos 600 a penas de prisión.