¿Una ciencia periodística nacionalista?

Ganar unas elecciones por mayoría o lográndola  parla-mentariamente legitima para gobernar, pero no para rom-per unilateralmente un país como pretendieron los políticos presos a los que el TS no cree dignos de merecer el indulto

01 junio 2021 19:52 | Actualizado a 01 junio 2021 19:56
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Ignasi Soler, se refiere a mí con precisión y no sé si también irónicamente como catedrático jubilado («La Ciencia Política Nacional», Diari, 27/05) para contestar al mío, «El desafío secesionista catalán», Diari, 20/05). Como quiera que él mismo es un periodista jubilado me lo tomaré deportivamente saludando a mi tocayo y/o colega como mejor prefiera. Me ha regalado el título de mi réplica. Le agradezco la deferencia de haber prestado su atención a un artículo de prensa en el que nunca se puede decir y precisar en dos páginas una simple opinión sobre asuntos complejos. Para detalles puede ir a mi libro de mismo título (553 páginas) que, de haberlo leído, no me atribuiría pensar lo que no pienso. La primera en la frente: me atribuye haber dicho que un resultado electoral «no puede legitimar la ruptura unilateral ni consensuada con España» (¡!) Falso de toda falsedad.

¿Cómo puede atreverse, y entrecomillando además la frase, a tergiversar mi escrito haciéndome decir lo que no aparece por ninguna parte en mi artículo. ¿Es esa la práctica propia de «la ciencia periodística nacionalista»? Ganar unas elecciones por mayoría o consiguiéndola parlamentariamente legitima para gobernar, pero no para romper unilateralmente un país como pretendieron hacer los políticos presos a los que el TS acaba de considerar que no son dignos de merecer el indulto. No voy a ser yo más papista que el Papa, algo muy español y por tanto también catalán como puede constatarse a diario. Empezaron por despreciar sus propias reglas (Estatuto de Autonomía sin la mayoría requerida para poder reformarlo), desoyeron a sus propios servicios jurídicos e hicieron caso omiso de las advertencias del TC, órgano supremo de decisión en estas cuestiones en España y en cualquier Estado de Derecho.

Mi querido amigo, aparte de que anda bastante flojillo de hermenéutica por no atribuirle simple mala fe, necesita urgentemente un curso elemental de Ciencia Política y Derecho Político o simplemente Procesal. Naturalmente que Cataluña NO tiene derecho a la «autodeterminación» pues ni es una colonia de España, ni España no respeta los derechos humanos de los catalanes discriminándolos del resto de ciudadanos españoles como hacen los países colonizadores con los pueblos colonizados, único supuesto en el que el Derecho Internacional admite la posibilidad de quebrar la unidad territorial de los Estados democráticos. Pero… lea bien: naturalmente que Cataluña SÍ puede optar legítimamente a la «independencia», pero cuando alcance una mayoría social y política suficientemente cualificada como para que el Estado no tenga más opción que atender, negociar y consensuar los términos de la secesión. Sólo entonces cabría empezar a hablar de referéndum legal y establecer con todo rigor las garantías y derechos de los ciudadanos españoles residentes en Cataluña. En tal caso la comunidad internacional y la misma España tendrían que reconocer al nuevo Estado sin cuyo reconocimiento sería un Estado no nato, inexistente, espurio como la misma república virtual catalana que pretenden los independentistas haber establecido en Cataluña frente al Reino de España. Para todo ello haría falta una reforma constitucional para la cual, obviamente, hoy por hoy, no hay consenso suficiente ni en España ni en Cataluña. 

Dice Soler que «no existe el mecanismo constitucional para hacerla efectiva» (la independencia de Cataluña). Supongo que se refiere al famoso artículo 2 de la CE que establece «la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles». Afirma con inusitada audacia: «Se trata de constatar que para Reig Tapia la unidad de España es un principio preexistente a cualquier acción política. Es decir, se trata de un principio de Ciencia Política Nacional Española». Me ofende usted, ni pienso tal ni he dicho nunca semejante simpleza más bien metafísica que otra cosa. Que nada es para siempre, que las naciones van haciéndose y deshaciéndose al capricho de los tumbos y vaivenes de la historia, es cosa archisabida sobre la que no merece la pena insistir. Las leyes fundamentales, incluida toda Constitución (que es la Ley de Leyes) son para los hombres que las hacen y deshacen a su gusto y conveniencia, pero no a capricho de circunstanciales minorías discutiblemente mayoritarias. Le recuerdo que también la LPMN (1958) de Franco establecía que «las Leyes fundamentales refrendadas por la Nación en seis de julio de mil novecientos cuarenta y siete, son, por su propia naturaleza, permanentes e inalterables». ¿Y qué hizo Adolfo Suárez con los consensos imprescindibles para hacerlo? Pues transitar legalmente «de la Ley (de la dictadura) a la Ley (de la democracia)». Si una dictadura con sus propias leyes giró del revés la tramoya jurídica franquista, ¿cómo una democracia no va a poder hacer lo mismo por sus propios procedimientos democráticos? Lo primero que tienen que hacer los políticos independentistas catalanes como decía en mi artículo es dejar de gobernar exclusivamente para los suyos menospreciando a la mitad de los catalanes, gobernar para todos, restaurar la confianza en las instituciones, generar consensos, proponer un gran acuerdo nacional catalán y entonces, sólo entonces, podrán empezar a plantearse negociar con el Gobierno de España que tendría que generar el mismo consenso que generó Adolfo Suárez y su gobierno con la oposición democrática.

Todo esto es de primer curso de Ciencia Política, ni «nacional española ni catalana», aunque aquí en Cataluña nunca faltarán aquellos que se creerán con mayores derechos exclusivos por la casual circunstancia de haber nacido en un determinado territorio. Es completamente falaz afirmar que ni con el 100% de catalanes de acuerdo se permitiría la independencia… Confunde usted conceptos elementales como autodeterminación de los pueblos, principio de las nacionalidades, secesionismo o independencia. El 100% del electorado solo lo alcanzaba el Franquismo cuando el señor Fraga Iribarne en el referéndum para plebiscitar la LOE (1967) hizo votar en alguna localidad a más del 100% de la población censada. Ni las votaciones «a la búlgara» de las antiguas dictaduras de los países del Telón de Acero conseguían tales porcentajes de votos. Aterrice querido amigo, salga de la realidad virtual en la que parece hallarse, y sitúese en el mundo de lo real y de lo posible. A mí ni me molesta ni me deja de molestar que el eje fundamental de la política sea el de izquierda/derecha, pues es el que es como en todas partes, con el aditamento aquí en Cataluña y dondequiera que haya «naciones, regiones, comunidades o territorios específicos» de un eje transversal muy amplio, como también apuntaba en el artículo, pero usted ignora: nacionalistas catalanes/nacionalistas españoles y antinacionalistas catalanes/antinacionalistas españoles. Aquí, como en todas partes, se dejan «engatusar» los tontos y los simples de espíritu crítico inexistente para con los suyos. No es mi caso como tengo más que demostrado en todo lo que llevo escrito hasta la fecha. Yo hablaba de los políticos independentistas catalanes, no de las evidentes torpezas de los políticos españoles. Me recuerda usted a los franquistas indignados por mis escritos sobre el terror y la represión franquista que, faltos de argumentos, me interpelaban para que denunciara el terror estalinista, maoísta o el de los jemeres rojos… En fin. Así que lecciones «morales» (de las políticas y periodísticas ni hablemos) y con cierto aire de superioridad, las mínimas por favor.

Lo de revisar la teoría cuando la realidad la contradice es un presupuesto que aprendí hace más de 50 años de viva voz del gran José Luis Sampedro en la Facultad de Ciencia Políticas, Económicas y Comerciales de la UCM cuando era entonces la única universidad de toda España que proporcionaba dicha formación académica: “La crítica no tiene por qué ser constructiva para estar justificada, basta con que sea cierta pues la destrucción de un falsedad es ya un valor positivo”. Amén. Por entonces todo era falso en la dictadura de Franco lo que legitimaba una crítica sin concesiones al igual que ahora legitima hacer lo propio con las falacias de la  propaganda de los secesionistas nacionalistas catalanes despreciando a sus propios compatriotas que también aman a su país aunque sea de forma distinta a la suya. Vale.

Alberto Reig fue cofundador de CECOS (Centro de Estudios sobre Conflictos Sociales) de la URV. Sus líneas de investigación son: política española contemporánea, II República, Guerra Civil, franquismo, transición, Memoria Histórica, Revisionismo, neo franquismo y últimamente la puja soberanista del nacionalismo catalán. Acaba de publicar ‘El desafío nacionalista catalán. El pasado de una ilusión. Del Compromiso de Caspe (1412) al Coronavirus de 2019 (2021)’. 

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