Una muñeca vestida de azul

Antiguamente los travestis eran considerados seres mágicos

19 mayo 2017 15:56 | Actualizado a 21 mayo 2017 14:17
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Había una vez un polémico autobús rojo circulando con un mensaje que me atrevo a decir que tenía por destinatarios a los niños: «Los niños tienen pene y las niñas, vulva», rezaba. Y la perogrullada no tendría mayor importancia si no fuera porque, como no parece querer aleccionar a los que ya lo saben, más bien parece querer avergonzar a unos pocos que no se sienten a gusto con el órgano que les ha tocado en suerte.

A diferencia de lo que sucede con gais y lesbianas que desean a personas de su mismo sexo sin sentirse a disgusto con el propio, no se conoce la razón por la que son víctimas de esa inocentada que les ha gastado la Naturaleza. No se explica (en muy pocos casos tienen un cromosoma adicional) por qué padecen esa Disforia de género con un «sexo mental» interiorizado antes de tener uso de razón y muchísimo antes de que se manifieste su sexualidad, que no coincide con su sexo embrionario, genético, gonadal y genital.

El actor porno Nacho Vidal tiene un hijo libre de toda sospecha de que el travestismo pueda deberse a factores ambientales pues debió conocer a mujeres muy atractivas cuando las compañeras de trabajo venían a visitar a papá. A los tres años, sin embargo, se le hizo la picha un lío y le preguntó: ¿Papá, por qué me llamáis Nacho si yo soy una chica? Y el doctor Honoris Causa en la materia, bravo por él y por contárnoslo, se fue con su madre a visitar a un psicólogo y al salir se llevaron a Ignacio a una tienda de ropa afirmando que nunca habían visto tan contenta a Violeta como al probarse un canesú.

Respecto a la posición de la Iglesia católica, el Papa Francisco se ha manifestado en dos ocasiones. La primera cayó como una ducha de agua fría en el colectivo afirmando que «Dios condena a quienes se atreven a alterar el orden de la Creación» (debe estar esperando a los que robaron bebés), y comparando el daño que hacen «con las armas nucleares» (sic) Piensen que la postura eclesiástica siempre fue inclemente y que a los efebos los enterraban con un pequeño cofre que contenía sus genitales extirpados a fin de que se restaurara su sexo en el más allá.

Recientemente un equipo de arqueólogos checos descubrió un esqueleto masculino de la Edad del Cobre enterrado en posición impropia para un hombre. En su tumba, en vez de armas, encontraron un cuchillo de sílex y vasijas características de los enterramientos femeninos. Y es que antiguamente los travestis eran considerados seres mágicos que se rajaban con pedernal la parte anterior de los muslos para simular la menstruación, yacían con hombres fingiendo el coito y se colocaban durante nueve meses una bala de paja debajo de las pieles hasta que sentían fuertes dolores de parto, defecaban en posición obstétrica para sentir el alumbramiento y lloraban después al mortinato. Respecto a la legalidad, la Ley de Igualdad de género de 2007 permite reasignarse legalmente el sexo con independencia de cuál sea el biológico de acuerdo con una realidad social y una sólida fundamentación psicológica, como dice la Exposición de Motivos. Y aunque las leyes no producen efecto con un chasquido, dictaminar que cuando nos relacionamos con otras personas no se pueda mirar debajo de su falda o pantalón ha sembrado la semilla para que en un futuro cercano quienes lo deseen se integren en la sociedad diurna con absoluta normalidad. Así sucede en muchos países sobre todo del Sudeste asiático en donde hace ya muchísimos años que son respetados y realizan trabajos como el de vendedoras a domicilio, son las mejores colocando cosméticos.

No se si han visto a una modelo rubia que, mientras el autobús rojo circulaba por la Plaza Cibeles, desfilaba altiva por la pasarela de la fashion-week de Madrid.

Yo cumplí con las Fuerzas Armadas en 1982, era obligatorio para hombres y en cada reemplazo se liaba parda cuando aparecían los travestis alborotando la Caja de reclutas. Servía un negociado e introduciendo en la máquina de escribir tres hojas con papel copiante, esas chicas que llevaban a cuestas la parihuela del Misterio declaraban al sargento: «Yo no quiero hacer la mili porque me siento una mujer». Hay unos peces de arrecife que con un simple abrir y cerrar de ojos cambian de sexo hasta veintidós veces al día y en 1987, la Asociación Estadounidense de Siquiatría eliminó el término «perversión» ya que las conductas evolucionan y lo que en mi época fue considerado un trastorno, como la homosexualidad, hoy se trata de una práctica mejor aceptada.

Hablamos de treinta y cinco mil personas –sobre todo travestis- que al sufrimiento psicológico del tránsito desde Marte hasta Venus, se ha añadido históricamente el sociológico del cruento rechazo de todo el abanico social que los ha desterrado para no contaminar al sol. De hecho el Papa, la segunda vez, habló para relatar sus experiencias personales con ellos y reiterarnos que él siempre está con los débiles. Los niños travestis son inocentes del daño que, a saber por qué, causan a los del autobús rojo, y es que la batalla de los sexos se libra en el interior de cada uno: todos fuimos hombres y mujeres hasta que se manifestó nuestro género.

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