Una música cada vez más lejana: Tristeza por la pérdida de un imaginario y por ende de un país

Distanciamiento. Mi generación creció con una idea de España que se ha esfumado, y con ella algunos hemos perdido quizás definitivamente parte de nuestra propia crónica emocional

22 febrero 2019 11:40 | Actualizado a 22 febrero 2019 11:44
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En estos días de tanto juicio y tantísima opinión, informada alguna, deformada mucha otra, me van a permitir que les explique una pequeña anécdota personal, no sé si relevante siquiera. 

El otro día, oía con la piel de gallina los bises de un fabuloso concierto de Mara Barros (si no la conocen se pierden ustedes a una enorme artista), y me vino de golpe una profunda tristeza que al principio no supe identificar. Mara, que ha acompañado a Sabina durante una década, bordaba una de las grandes canciones de su mentor, y me di cuenta de que hacía mucho que no la oía. 

Sabina, como tantos otros artistas españoles ha sido parte importante de mi banda sonora, pero casi sin darme cuenta me he ido alejando de mucha de esa música, que en cierto modo conformó un espacio emocional que ahora ya no siento con la misma fuerza dentro de mí. Servidor de ustedes tuvo una formación muy ecléctica, pero gracias a mis padres aprendí lo que era poesía con Miguel Hernández o Machado en la voz de Serrat. Oía a Paco Ibáñez, Ana Belén o Víctor Manuel, y luego, ya por mí mismo, hice mío el personaje de Sabina o el Contamíname de Pedro Guerra… pero ahí, oyendo la preciosa voz de Mara Barros caí en la cuenta de que ya casi no los oigo ni los leo, de que la cultura española se me ha vuelto cada vez más ajena. 

La emoción que me costó identificar fue de pérdida, de alejamiento de un imaginario y por ende de un país que para los que fuimos a EGB tenía una cara diferente. Lo empezamos a conocer cuando salía de un silencio muy largo y parecía que, aún con mucho por hacer, se abría al mundo. Pero el invento se fue torciendo paulatinamente. Aquella relación se fue empañando. Casi sin darme cuenta, incluso aquellos recuerdos se han ido enfriando, contaminados por el alejamiento de una España que se ha vuelto antipática, lejana, cada vez más la madrastra del cuento. 

La razón, las razones, me han distanciado de un espacio emocional que quizás no fue nunca el principal, pero que ya me cuesta sentir como propio. Y es una gran pérdida, la que me hizo sentir esa profunda tristeza. 

Esta reflexión tiene la representatividad que tiene, probablemente ninguna, pero me da por pensar que quizás no sea el único que ha sufrido el proceso. La cultura, como el deporte, son manifestaciones figuradas de algo conjunto, y ese algo se ha agrietado y vuelto (aún más) lejano para muchos. 

Es difícil saber en qué momento empezó y cómo fue creciendo. Algunos puentes se hundieron cuando ante lo que de este lado del Ebro algunos percibían como agravios (y otros usaron para su beneficio propio), las muestras de comprensión y solidaridad fueron menos de las esperadas y se apagaron rápidamente, vaya usted a saber si por miedo o por miopía. Y luego llegó la cantinela que nos hemos dado entre todos. La izquierda mesetaria, y en general muchos españoles, volvieron la espalda y no quisieron o supieron ver –y mira que está en los libros de historia, hasta en los de secundaria- que esto no iba solo del futuro de los catalanes, que esto era más profundo. De aquellos polvos… y todos de lodo hasta las orejas. 

Pocos días antes del concierto había estado tomando un café con un querido y viejo amigo. Es de esos a los que ves cada vez menos, pero a los que te arrepientes de no ver más, no sé si me explico. No hablamos mucho de política, nos confesamos mutuamente lo cansados y frustrados que estamos, pero en un momento me dijo con gesto triste que él sentía odio. Es un tío sensato, empresario de éxito y con familia, en absoluto alguien que uno identificaría como un radical. 

Nadie sabe de verdad adónde va a ir todo esto, pero algunas cosas se han roto. Costará mucho sanar algunas heridas y recuperar algunas simpatías.

Por cierto, mi amigo fue siempre un ferviente seguidor de Serrat. No le pregunté si aún lo es.

 

Periodista tarraconense especializado en información internacional. Durante quince años Pau Miranda cubrió información de Oriente Medio y el sur de Asia para diversos medios catalanes y estatales. Ha sido responsable de comunicación de Médicos sin Fronteras en Afganistan.

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