Una prisión, lo que necesitábamos

Mientras Tarragona pide a la Generalitat inversiones básicas en salud, educación y en otros equipamientos, el Govern anuncia que gastará 9 millones en un nuevo centro penitenciario

19 mayo 2017 18:39 | Actualizado a 21 mayo 2017 17:08
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Abre una escuela y cerrarás una cárcel», decía Víctor Hugo. «El hombre malo es el hombre ignorante. Para eliminar el mal del mundo, eliminemos la ignorancia primero y formemos a los individuos para que sean buenos ciudadanos», pregonaba Sócrates, quien también abogaba por «menos cárceles, menos condenas y, en cambio, más escuelas y más formación». Pero, ¿quién va a hacer caso a Víctor Hugo o a Sócrates en un país que ha eliminado la asignatura de Filosofía de las materias a estudiar en los institutos?

Y así, aquí, haciendo gala de nuestro singular sentido común, cerramos escuelas –los padres de la extinta Olga Xirinacs saben de qué hablo– y reducimos aulas para masificar las clases con la sempiterna excusa de que no hay recursos –es curioso que nunca los hay para las cosas más fundamentales– . Claro que, al mismo tiempo, y para evidenciar nuestro absoluto desprecio a las enseñanzas de Sócrates y a las recomendaciones de Víctor Hugo –dos mindundis, al fin y al cabo–, levantamos cárceles.

En efecto, mientras los niños que acuden a las escuelas de La Arrabassada y Ponent se ven obligados a atender las explicaciones de sus maestros en barracones eufemísticamente llamados módulos prefabricados –comodísimos, eso sí, asegura la Generalitat– y cuando el proyecto del Instituto Tarragona 2 duerme el sueño de los justos en algún despacho de Barcelona, aquí lo que se lleva es construir prisiones.

Eso sí, a estos centros para albergar reclusos no han llegado las apreturas presupuestarias que tantos recortes –ajustes, los llaman ellos– han obligado a aplicar en sanidad y educación. Así, en noviembre inaugurábamos la flamante cárcel de Mas d’Enric, un recinto que acoge una piscina al aire libre de 25 metros –con lo que está costando construir una pileta para los Juegos del Mediterráneo...–, una biblioteca, un polideportivo cubierto –además de pistas entre los módulos–, 28 locutorios –para contactos orales, familiares y vis a vis–, talleres, aulas –de informática, con pizarra digital, de pintura, de formación y de terapia–, capilla, enfermería, gimnasio… Todo ello con un presupuesto de ¡102 millones de euros! ¡Dios mío! La asignación aprobada –que no ejecutada, por supuesto– para levantar la Escola de la Arrabassada es de 5,3 millones de euros. Bueno, debe de ser cuestión de prioridades.

Pero, no contentos con tener una prisión nuevecita de ‘alto standing’ que, por cierto, está vacía en buena parte, el viernes de la semana pasaada nos visitó el conseller de Justícia, Carles Mundó, para anunciarnos con gran satisfacción por su parte que el departamento que dirige invertirá 9 millones de euros –o sea, lo que cuestan dos escuelas– en un nuevo centro penitenciario abierto en Tarragona que se ubicará en la calle Arquebisbe Pont i Gol, al lado de la también nueva comisaría de la Guardia Urbana. Y dice que entrará en funcionamiento en 2019. Vaya, debe ser la obra que más rápidamente se ejecutará en esta Tarragona famosa por los retrasos y los sobrecostes.

¡Albricias! Saltemos de alegría. La Generalitat por fin atiende nuestras súplicas y entiende cuáles son las prioridades de esta ciudad. Un centro penitenciario de régimen abierto es justo lo que necesitábamos. No importa que esta función ya la atienda la vieja cárcel que se halla en la calle República Argentina. Sí, el Govern sabe lo que nos hace falta. ¿A quién se le había ocurrido quejarse porque las obras del Fòrum Judicial, que se preveía inaugurar en 2017 –permítanme que me ría. Jua– ni están ni se las espera? ¿Quién era el insensible que urgía a una solución para la Ciutat de Repòs, la reforma del Teatre Romà, la construcción del nuevo Museu Nacional Arqueològic, las obras pendientes de Tarragona 2017 –entre ellas, el palacio de deportes–, la ampliación final de la Escola Oficial d’Idiomes (EOI) a todo el edificio de la antigua Chartreuse o el proyecto de una gran biblioteca central para solucionar el déficit de estos equipamientos en la ciudad? ¿Quién era el insensato que creía prioritaria una reforma a fondo del Hospital Joan XXIII o la dotación de una UCI pediátrica en la ciudad o la prometida unidad de litotricia en este vetusto centro sanitario? Total, si todo eso se arregla con un simple traslado a Barcelona...

A ver, seamos sensatos y comprensivos. No hay dinero para todo. Por tanto, prioricemos. Y la prioridad es, por supuesto, invertir 9 millones en un centro penitenciario abierto. ¿Para qué queremos escuelas si tenemos prisiones? ¿Cómo no lo habíamos entendido antes?

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