Una tarde con Carla. La carrera de la Bruni no es su marido, sino su música

Saber preguntar. Al acabar la entrevista, me interroga sobre Catalunya y España. Así vuelvo a darme cuenta de que no estamos tan lejos de nuestros vecinos y de que no hay soluciones si no son compartidas con ellos

11 enero 2018 10:15 | Actualizado a 11 enero 2018 10:46
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A la naturaleza, amigos, nuestra felicidad le importa muy poco. Y a la genética, todavía menos, por eso, es esencialmente injusta al distribuir sus gracias. O al menos uno siempre se queda con la sensación de que podría haber sido más generosa con él y darle algún centímetro de más (cada uno decidirá dónde) o de menos. 

Ayer tuve la suerte de comprobar, sin embargo, que esa injusticia puede ser espléndida. Lo pensé cuando me tuve que poner de puntillas para darle los tres besos de rigor (acercando la mejilla: nunca los labios) que la bendita etiqueta francesa considera permisibles en el primer encuentro con una dama.

Porque la genética no ha regateado nada a Carla Bruni, exprimera dama de Francia, extop model y chancellière de la chanson que actúa mañana en el Palau de la Música barcelonés (la política tampoco regateó nada a Nicolas Sarkozy, expresidente de la República, que le acompañaba pero tuvo el buen gusto de dejarnos solos durante la entrevista en su camerino de una televisión en Madrid).

Reconoce que era más divertida su vida en la pasarela que como primera dama en el Elíseo

Inteligencia, chispa, charme, un físico que a los cincuenta sigue siendo de top-model y la impagable confidencia de que era más divertida su vida en la pasarela que como primera dama de Francia en el Elíseo, donde recibía vestidos maravillosos, pero, hélas, tenía que devolverlos, porque la mujer del César no sólo debe ser honrada sino vestirse con su propio dinero (y ella tiene, por su cuna aristocrática y los millones de discos vendidos, mucho más que su marido).

Las modelos no son, me explicó con modestia, las mujeres más guapas, sino las que mejor se adaptan a las exigencias de la industria, que excluyen precisamente a las de curvas pronunciadas y más atractiva feminidad. Del mismo modo, las mejores parejas para una gran mujer no son los grandes hombres, sino quienes saben aplicar su talento a conseguir formar un gran equipo juntos.

Pero lo que convierte a la Bruni en un vector de femenina modernidad es su voluntad de hacer compatible la estabilidad de su matrimonio -que ya ha superado la década pese a que nadie daba un céntimo por él- con su negativa a ser reducida a señora de Sarkozy. La cantautora reconoce como «su hombre» al exjefe de estado, pero no espera de él más que apoyo, cariño y compañía. A cambio, está dispuesta a compartirlo todo. De hecho, ahorró a su marido, cuando era presidente, las críticas que arreciaban en la prensa por las lujosas vacaciones de la pareja presidencial explicando que las pagaba ella con su fortuna personal y no los franceses.

Ayer en Madrid, él, el gran Sarko, es quien hace pasillo mientras su esposa se promociona

La carrera de la Bruni no es su marido, sino su música. Y hay momentos, por tanto, en que ella supo supeditarla a los intereses de su consorte, como cuando estaban en la presidencia, y otros, como ayer en Madrid y mañana en Barcelona, donde ha sido él, el gran Sarko, quien hace pasillo mientras su esposa se promociona.

El único consuelo, mezquino, lo admito, de los que no hemos sido bendecidos por la genética con la generosidad que prodigó en la Bruni es pensar que a quien tanto tuvo, tanto el tiempo quitará y que, entonces, será mayor su desgracia que la de quienes perdamos mucho menos. La Bruni me admite que nada mejora con la edad sino la capacidad de encajar su deterioro, pero añade que sólo quienes han dedicado sus mejores años a los demás llegan a cumplir muchos sin lamentarlo.

Los mejores entrevistados de mi vida han sido los que no sólo sabían responder bien, sino que, además, sabían preguntar, porque querían saber. Y Carla Bruni, al acabar la entrevista, me pide que cierre el micro y me interroga con tacto y sutileza sobre Catalunya y España y lo compara con acierto con los problemas de Francia. Así vuelvo a darme cuenta de que no estamos tan lejos de nuestros vecinos europeos en lo que les preocupa y de que no hay soluciones para lo que nos ocupa si no son compartidas con ellos.

 

Periodista. Amiguet es autor y cocreador de «La Contra» de La Vanguardia desde que se creó, en enero de 1998. Comenzó a ejercer como periodista en el Diari y en Ser Tarragona.

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