Veinte años de aprendizaje

Los Estados Unidos salieron de Vietnam derrotados, una vez que vieron que ganar aquella guerra tenía un coste que nadie quería pagar. Algo parecido ha pasado en Afganistán, solo que en esta última ocasión la derrota ha sido sencillamente ridícula, lo que cuestiona no solo el aparato militar de los norteamericanos, supuestamente el más perfeccionado del mundo, sino la formación y el buen juicio de la cúpula militar estadounidense que durante estos veinte últimos años han tratado de impedir precisamente lo que acaba de proceder.

En estos veinte años, los Estados Unidos, socorridos por la propia OTAN y por otros aliados occidentales, han formado a un inmenso ejército autóctono de 300.000 personas, a las que se ha dotado del más sofisticado material militar. En esta tarea pedagógica ha participado España, miembro de la OTAN, con un cupo permanente de militares en el país asiático; se calcula que han pasado por ese destino unos 30.000 soldados españoles, 104 de los cuales han muerto por diferentes causas.

Pues bien: este inmenso Ejército que debía preservar la débil democracia fundada por los alados en Kabul se ha desintegrado en menos de una semana. Los talibanes, prácticamente sin disparar un tiro, han ocupado en un paseo triunfal todo el territorio, apoderándose -se supone- del valioso armamento. Para facilitar el tránsito, los talibanes y los norteamericanos negociaron muchos meses en Qatar; nunca sabremos de qué hablaron.

Sea como sea, haya trampas o no en este extraño apaño, el ridículo es monumental. La primera potencia del mundo forma a 300.000 militares. que no ofrecen resistencia al ‘enemigo’. ¿A qué hemos estado jugando durante este tiempo? ¿Cómo explicar a las familias de los muertos la razón de su sacrificio?