¡Viva el mal, viva el capital! Lolo Rico ya definió a Trump

El muro del presidente de Estados Unidos es el equivalente al mar Mediterráneo en Europa. Que se mueran, pero sin testigos. Que no puedan escapar, que se ahoguen, que no se les permita ayuda

25 enero 2019 09:29 | Actualizado a 06 febrero 2019 17:51
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BUILD A WALL & CRIME WILL FALL!  El presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, después de más de un mes de suspensión del gobierno federal y de dejar a 800.000 trabajadores sin paga, ha dedicado su tiempo a hacer un pareado, que ha considerado enormemente ingenioso y ha diseminado en Twitter y en mayúsculas, a grito limpio.

¡CONSTRUYE UN MURO Y AL CRIMEN LE DAMOS DURO! El súmmum de una política geoestratégica, diplomática, de relaciones internacionales y de comunicación pública sin precedentes, a la altura de grandes estadistas, sí señor. ¡PON UNA VALLA Y EL MALHECHOR A RAYA! Dos pareados, dos, me han salido en el tiempo de escribir estas líneas iniciales. Inteligencia presidencial mal empleada la mía, oigan.  

Y es que cuanto más abre la boca o trina por Twitter, más se lía The Donald y más acorralado se le presiente. El muro de las narices fue una estrategia electoral concebida por un par de relaciones públicas que creyeron que Trump necesitaba un eslogan contundente en su campaña presidencial. Ni en sus sueños más delirantes lo concebían como otra cosa que una idea escandalosa para llamar la atención. Como eslogan funcionó.

Y a cada revés político que el hombre naranja encaja (investigaciones varias por su sospechosa relación con Rusia; dimisiones varias de hombres claves en su gobierno; tribunales varios que echan por tierra intentos de legislación; reveses varios electorales), ahí que aparece el muro, fijo en la mente, como el tupé disecado en su cabeza. 

Hasta hizo una aparición pública en televisión desde el Despacho Oval, algo reservado para crisis de gran magnitud y momentos de solemnidad. Ahí empezó a vérsele el plumero: intentó «vender» el muro como la solución a una «crisis humanitaria», en la que el primer preocupado por la violencia que sufren los centroamericanos en su viaje por México era él.

El muro, según esa lógica de gran estadista, impediría que la gente se planteara siquiera salir de sus países –El Salvador, Honduras, Guatemala–, que, recordemos, tienen mortalidades equiparables a países en guerra. La lógica: que continúen muriendo, pero en sus casas. Muy preocupado, muy humanitario. El muro de Trump es el equivalente al mar Mediterráneo en Europa.

Que se mueran, pero sin testigos. Que no puedan escapar, que se ahoguen, que no se les permita ayuda. Los barcos de rescate de las ONG, en puerto. El muro impide, también, ver. 

Criminalizar al inmigrante, al refugiado, manipular datos y fingir preocupaciones, utilizar la estrategia del miedo al otro, son fases necesarias para dinamitar una legislación internacional creada en el siglo XX, por el horror de los países tras dos guerras mundiales de exterminio. Una legislación que se ideó para aportar algo de humanidad a las guerras y para proteger a los más débiles: la población civil durante los conflictos, de los que tenía que poder huir. 

Cerrar la puerta a eso, erigir muros frente a eso, impedir que las organizaciones de rescate actúen, negar puertos seguros, nos enfrenta a un abismo moral, enormemente peligroso como países, como países sin memoria. Rodeados, eso sí, de mares de gritos de socorro y muros de lamentaciones.

Problema estético y ético

Estados Unidos no tiene un problema en su frontera sur, ni tiene un problema de criminalidad. BUILD A WALL & CRIME WILL FALL! Después de trinar eso a primera hora del miércoles –y antes de reconocer al opositor Juan Guaidó como presidente de Venzezuela–, Trump añadió que ese va a ser el eslogan del partido republicano hasta que el muro esté construido. Estados Unidos tiene un problema. Europa también. Estético, moral y ético. 

¡UN BUEN CERCADO Y FUERA EL MALVADO!, ¡CON MUCHOS LADRILLOS EVITAS PILLOS!, ¡PARED MÁS ALTA, MENOS TE ASALTAN! Estoy que me salgo, no me digan.

Eso sí, ante tamaña estupidez humana, queda reverenciar a Lolo Rico, que ha fallecido esta semana: ¡VIVA EL MAL, VIVA EL CAPITAL! The Donald.

 

Lali Cambra es periodista. Trabaja en Médicos Sin Fronteras, donde cubre varios países de África y Sudamérica. Antes hizo de corresponsal para medios estatales en Sudáfrica. Comenzó de periodista en Tarragona. 

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