Y Rajoy volvió a decir ‘no’

¿Qué le pasa a este señor que tan empecinado está en cerrar todas las puertas a una solución negociada?

05 octubre 2017 10:58 | Actualizado a 05 octubre 2017 10:59
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Ayer escuché parte de la conversación que mantenía un grupo de agentes de la Policía Nacional cerca de la comisaría de Tarragona: «Nosotros solos no podemos ser la solución a este lío. ¿Qué vamos a hacer, detener a todos los que se manifiestan? Este señor debe entender de una vez que tiene que sentarse y hablar. No puede fiarlo todo a los policías y los jueces», decía uno, mientras sus compañeros asentían en silencio. Esta reflexión tiene el valor de venir de los policías que el Gobierno ha enviado a Catalunya a realizar tareas de represión, pero no es, ni mucho menos, una opinión aislada; con todas las personas con las que he hablado en los últimos días –y lo he hecho con unas cuantas. Algunas, independentistas; otras, no– coinciden en señalar el diálogo y la negociación como las únicas salidas razonables a esta crisis. De hecho, ayer la apelación a la mediación se convirtió en clamor. E incluso se abrió un claro entre tantos nubarrones que permitió esbozar una sonrisa de optimismo, al admitir una de las partes la necesidad de buscar mediadores para entablar un diálogo. Pero la ilusión fue sólo eso, ilusión, y duró apenas unos minutos; los que le bastaron a Rajoy para echar por tierra cualquier esperanza, al refugiarse en la ley y negarse a negociar con quien «chantajea al Estado». ¿Qué le pasa a este señor? ¿Por qué le da tanto miedo sentarse a hablar? ¿Por qué ese empecinamiento en cerrar todas las puertas y en desoír tantas voces que desde todos los lugares del mundo le incitan a tratar de llegar a un acuerdo? ¿De verdad piensa que el ‘problema catalán’ se resolverá llenando Catalunya de policías? ¿No tiene asesores que le digan que ‘sus soluciones’ sólo han servido para hacer más grande y grave el conflicto? No sé si tanta torpeza es fruto de su incapacidad o si, lo que resulta mucho más preocupante, se trata de una estrategia para mantener su caladero de votos entre sus adeptos más radicales. Sea como fuere, parece obvio a estas alturas que si no reducimos un poco la presión esta olla en la que estamos metidos acabará explotando. Y entonces todos saldremos escaldados.

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