Y tras el Estado de alarma, ¿qué?

Ahora viene la reconstrucción del país, y para ello se necesita mucho consenso, mucha unidad entre todos, mucha colaboración

26 junio 2020 09:30 | Actualizado a 28 junio 2020 15:24
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Ha terminado el estado de alarma, ha terminado el curso escolar, vamos a la llamada «nueva normalidad». Pero la gente se pregunta: ¿Y ahora qué? Respuesta sencilla: ahora viene la reconstrucción del país, y para ello se necesita mucho consenso, mucha unidad entre todos, mucha colaboración. Entre todos.

Porque sin unidad, sin colaboración, sin consenso, no podremos reconstruir nada. ¿Qué es lo que tenemos que reconstruir? 

En primer lugar, dar serenidad y esperanza a cuantos han sufrido y sufrirán las causas de la pandemia, especialmente las familias de los miles de ancianos fallecidos, tratados muchas veces como objeto de descarte, negándoles asistencia en hospitales y en las mismas residencias para la gente mayor. Estaban abandonados a su suerte, de modo inhumano. 

Nunca más puede pasar que las personas se las trate, en sus derechos fundamentales -y el primero de ellos es el derecho a la vida- utilizando la vara de medir de la edad. Una persona es tal hasta el final de su vida, y hasta ese final mantiene sus derechos intactos como cualquier otra persona. No son los ancianos y los niños, que no se pueden valer por sí mismos, que no «producen bienes económicos», ser descartados como si fueran personas inútiles para la sociedad, o peor, personas que «estorban» en la sociedad, porque solo gastan y no producen beneficios. 

La pandemia ha puesto al desnudo el egoísmo y hasta el menosprecio que la sociedad tiene y ha tenido con los ancianos. Si quienes nos gobiernan, si los dirigentes de nuestra sociedad (no solo los políticos) no tienen como fundamento principal el servicio a las personas, a todas las personas sin excepción, hemos equivocado completamente la esencia del servicio que deben prestar.

La sanidad, formada por excelentes profesionales como el pueblo ha puesto de relieve unánimemente, debe ser potenciada con medios económicos y no ser nunca más utilizada como fuente para recortes presupuestarios.

En segundo lugar, está la economía. Aquí todos los sectores, unos más y otros menos, han sufrido la pandemia. Y en este sentido pienso que las autoridades y las instituciones públicas han actuado francamente bien, a cualquier nivel: local, autonómico y estatal. El gobierno ha repartido 200.000 millones en créditos a través del ICO, con un año de carencia (solo intereses) para todos los que lo necesitaban. 

Y esta vez (no como pasó en la crisis del 2007), la banca ha actuado con sentido de responsabilidad, sin temer el riesgo (el estado solo ha avalado entre un 70 y un 80% los créditos concedidos, pero no al cien por cien). Es cierto que la banca española hoy tiene sus balances más saneados que en 2007, pero podría haber jugado un papel más restrictivo y no lo ha hecho. Tal vez consciente de la mala prensa, la mala fama, que tiene la banca en el conjunto de los españoles.
Y finalmente, ha funcionado la Unión Europea. A pesar de las tensiones entre norte y sur, se van a mutualizar de alguna manera  las ayudas. Ahora con la presidencia del semestre de turno de Alemania, hasta final de año, el funcionamiento de la UE parece que tenga un punto de apoyo importante para que Europa sea de los europeos y no solo de los países del norte, y menos de Holanda que a veces actúa como paraíso fiscal. Ha contribuido y contribuye mucho la presidenta de la Comisión, Úrsula von der Leyen.

Queda solo una cosa. Esperemos que llegue: el consenso, la unidad y la colaboración entre todas las instituciones, a cualquier nivel, no solo los políticos, sino también, como dijo el Rey, los empresarios y los sindicatos, que hasta ahora lo han hecho muy bien, dicho sea de paso. Falta ese consenso: hay demasiadas miras electoralistas, demasiado mirarse al ombligo. Cuando se toma la política como un servicio al pueblo, a todo el pueblo, hay que arriesgar incluso a perder unas elecciones.  El pueblo se lo merece. 

¿Ha habido errores? Sí, pero ahora es el momento de mirar adelante y no sacar el polvo del otro. Hasta ahora la desconfianza entre los políticos y las instituciones ha sido demasiada. Hay que volver a la concordia, a l’entesa, a la unidad, mirando al futuro, sirviendo al pueblo. 

Y este es el último apunte: el fantástico comportamiento del pueblo en toda España -salvo casos aislados- en vivir un estado de alarma con disciplina, con la seguridad de que saldremos adelante, con esperanza. La fe del pueblo en el futuro no se ha resquebrajado. Y vienen muy duras, como ha anunciado el Fondo Monetario Internacional. La positiva actitud del pueblo, en su confinamiento, ha sido, junto con los sanitarios, lo que ha funcionado mejor en esta pandemia. 

 

Salvador Aragonés. Periodista y profesor emérito de la UIC

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