Yo soy rebelde

La palabra rebelde se asemeja mucho al sentido profundo de la libertad individual

19 mayo 2017 22:56 | Actualizado a 22 mayo 2017 18:06
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A James Dean lo mató un Porche Spyder 550 apodado Little Bastard en 1955, un mes antes de estrenarse Rebelde sin causa, la película que lo convirtió en el icono universal de la rebeldía. Él fue quien dijo, Vive rápido, muere joven y deja un cadáver hermoso.

Basándose en un artículo de Gregorio Marañón escrito diez años antes de que el Pequeño Bastardo se estampara contra un poste, «La Rebeldía», el Sr. Olloqui pronunció el discurso de graduación que tengo delante sobre un atril. Subió a la tarima y comenzó: ‘Hoy es un día importante para alumnos, profesores y padres’, aludiendo a que se había quemado una etapa de sus vidas.

Esto de estudiar bachiller y luego formarte profesional o universitariamente a la edad en que forjas tu personalidad, es una paella mixta de arroz bomba. Realmente el mundo está mal organizado y durante los años de adolescencia y juventud en los que formas tus propias ideas para cambiarlo, coinciden con los que más se te exige, pues la vida laboral dependerá de cómo juegues esa baza.

Mientras colocaban la beca sobre el pecho de mi hijo, miraba nuestras manos arrugadas por ese fuego que al final deja nada en su lugar. Su deber es matarnos para que florezca lo nuevo, y la última y más importante tarea de nuestras vidas, muchísimos estamos en ello, es la de procurar que lleguen sanos y salvos hasta los 25 años cuando Dios te da para siempre la cara que te mereces.

Mi experiencia fue la de que todos los que no controlaron la tempestad del espíritu y por mi época se salieron de la cañada, han acabado remando, mientras que quienes siguieron en el rebaño, dice un proverbio árabe, se les ve pasar veloces desde la orilla, aunque sólo se subieron a una faluca dejando que el viento y la corriente los arrastre.

Yo aconsejo a los adolescentes que se mimeticen para no ser cazados, pero el discurso del Sr. Olloqui fue muy al contrario un canto a la insumisión, un elogio a la diferencia y a la rebeldía, hasta el punto de afirmar: ‘¡Gran locura cometen quienes no entienden que la santa rebeldía es el deber fundamental de los jóvenes!’. Así que cuando al llegar a casa le pregunté al bachiller si podía pedirle a su tutor que me pasara su disertación, me respondió: ¿Entonces, en qué quedamos? ¿Rebeldía o Sumisión?

Ser rebelde tiene dos acepciones. La primera posee un sentido peyorativo y se refiere al alumno de 13 años del instituto Joan Fuster de Barcelona que ha conmocionado a la comunidad educativa con una ballesta que había diseñado usando de proyectiles lápices y bolígrafos. En esta sociedad neurótica por ocultar lo feo enseguida han dejado caer un velo, pero el estupendo chaval según su profesor de gimnasia, tenía una lista negra de los blancos a quienes iba a acuchillar y que empezaba por su chica, la Laia.

Todos sabemos por desgracia de quiénes hablamos, se trata de personas dedicadas a mortificar por orden a los seres que más quieren, que se sublevan y desacatan a la autoridad legitimados porque el mundo me ha hecho así. Para la genial Amy Winehouse, icono de los rebeldes actuales, su vida terminó a los nueve años cuando su padre abandonó a su madre por otra mujer.

Ese sentimiento de autocompasión les permite abandonar el camino, e incluso agredir a sus progenitores culpables de sus males como en ese programa de televisión llamado Hermano Mayor, que es en realidad una asociación sin ánimo de lucro fundada y presidida por Pedro García Aguado, un ex waterpolista olímpico que facilita el asesoramiento a familias con hijos que presentan problemas de conducta y riesgo de exclusión social.

Y es que la palabra rebelde se asemeja mucho en una segunda acepción al sentido profundo de la libertad individual, a un estado del corazón, a una actitud intelectual, a un código de conducta. Rebelde, o insumiso, también quiere decir indócil, fuerte, valiente y tenaz. Significa tener criterio propio para pensar y vivir, aunque como advierte Olloqui, el desviacionismo de paga, los censores vigilan, y si no que se lo pregunten al atractivo Varoufakis que ha escrito un tuit dando la bienvenida al odio de sus colegas.

Si eres diferente, te harán sentir culpable, ‘Al disidente se le pone en ridículo, se le aísla y castiga para que no vuelva a repetir esa desviación del grupo’. Pero, ¿quiénes? Son los gregarios que se refugian en la manera común de pensar, parece que están orando pero reflexionan sobre cómo destruir tu diferencia porque les recuerda su propia vulgaridad; y proscriben al distinto si ven peligrar su orden preestablecido, como una fila de caballos de picadero en el que cada penco ha de ocupar su lugar, Como dijo Benavente, la cólera de débiles que se unen para abominar.

En resumen, hay dos clases de rebeldía: la del Pequeño Bastardo que mató a James Dean, luego al de la grúa que lo retiró, al piloto que lo restauró y al camionero que se lo llevó al desguace. Y la rebeldía de Mikel Olloqui que es un bello sentimiento idealista que descubrimos en la adolescencia y bien administrado te permite vivir tranquilo, quemar etapas, morirte viejo y dejar un cadáver horrendo.

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