En este tiempo postelectoral de debates y pactos, cabe un recuerdo del rico anecdotario político de todos los tiempos:
Disraeli fue preguntado una vez, a raíz de un suceso, sobre la diferencia que veía entre una desgracia y una catástrofe. Contestó con una alusión a su principal contrincante: «Mire, si Gladstone cae al Támesis, eso es una desgracia. Si alguien le saca, es una catástrofe».
En cierta ocasión, el líder de la CEDA, José María Gil Robles, fue interrumpido por un contrincante político que le espetó: «Su Señoría es de los que todavía lleva calzoncillos de seda». A lo que Gil Robles replicó: «No sabía que la esposa de Su Señoría fuese tan indiscreta».
En el debate televisivo entre Lionel Jospin y Jacques Chirac, el candidato socialista quiso tener un gesto de fair play y le dijo a su oponente: «¡Que gane el mejor!». «Gracias», se limitó a contestar Chirac.