Coche rico, hombre pobre

¿Que más queremos por 12.000 euros pagados en 24 cómodos plazos?

19 mayo 2017 23:30 | Actualizado a 22 mayo 2017 21:42
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En un país que anda navegando a trancas y barrancas por una crisis de caballo sales a la calle y está lleno de coches nuevos relucientes a cada paso. Abunda mucho el blanco polar y los formatos 4×4, pero los aparcamientos también están llenos de vehículos metalizados, con techo solar, cristales tintados, y un montón de extras para fardar. Increíble, pero cierto.

Los salarios se han deflactado más de un 25%, el paro baja a duras penas de los cinco millones, los créditos al consumo se dan con cuentagotas pero el coche nuevo que no falte. De alguna manera habrá que explicar que el mercado de turismos creció en España un 18,4% el año pasado con casi un millón de matriculaciones y que no hayan dejado de aumentar en los últimos 16 meses. Ya sé que como todo lo bueno y nada de lo malo es mérito del Gobierno y sus planes PIVE y PIMA. Sí, pero menos. ¿De dónde viene esa sugestión popular de asociar la felicidad y el bienestar a la compra de coche nuevo? Porque la realidad es justamente la contraria. Desde el momento en que sales del concesionario el auto se deprecia una cuarta parte de lo que hemos pagado por él. Como las ciudades se peatonalizan a la velocidad de la luz nosotros viajamos por el centro a la marcha de un caballo de tiro. Si encontramos aparcamiento a cielo abierto mal porque corre el parquímetro sin pausa y si lo alojamos bajo tierra peor porque cuesta más que el menú del día.

No creo equivocarme si afirmo que algún conductor de un flamante BMW se alimenta con un taper de garbanzos y un yogur de plátano para que su coche esté bien aparcado. Si te fijas bien podrás observar que salen de los garajes de viviendas VPO más coches de alta gama que de las casas más burguesas del centro urbano. No sé si es cierto pero queda agudo decir que los hidalgos empobrecidos y caninos de ayer son los falsos burgueses de hoy. Por no hablar del mantenimiento de las carreteras y autovías. La penosa realidad a día de hoy es que cuanto más nuevo es el coche más destripada está la autovía. No se sabe dónde ruedan los anuncios. Pero hasta los caminos polvorientos de un desierto o los empinados de una carretera de montaña lucen en televisión impecables sobre un asfalto brillante y seductor. Quizás ahí esté también la otra raíz de nuestra fascinación. Porque si la razón práctica es evidente que no explica nuestra pulsión automovilística tiene por fuerza que operar la sinrazón sicológica.

Es cierto que salir del concesionario a bordo de un auto nuevo los pobres parecen ricos, los bajitos no se notan, incluso con una gafas de sol un poco aparentes los feos parecen guapos y las vulgares sofisticadas. ¿Que más queremos por 12.000 euros pagados en 24 cómodos plazos? Y si además nuestra próspera industria del automóvil es la más boyante de Europa y fabrica millones de coches al año, de que nos vamos a quejar.

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